Daniel Luque: rebelde con causa
ESPECIAL MATADORES (III)
El diestro de Gerena ha vuelto a cubrir una temporada apabullante que revela un altísimo nivel técnico y artístico que no se ve reflejado en toda su dimensión en una categoría profesional que debe elevarse en manos de la casa Lozano
Daniel Luque escoge a los Lozano
Daniel Luque: historias personales
El comienzo de la temporada de Daniel Luque ya se había complicado a lomos del inoperante e indisimulado veto impuesto por Roca Rey. El paladín limeño no quería verlo aparecer por un patio de caballos. Ni en pintura. A partir de ahí se iban a enfangar las negociaciones de Sevilla, sacándolo de su plaza natural en la corrida del Domingo de Resurrección que se parcheó, tirando de tacticismo taurino, con la entrada de Sebastián Castella que completó la terna con Morante y el propio Roca amparándose en la feble Puerta del Príncipe que había abierto el año anterior.
Hay que reconocer que la empresa Pagés reaccionó con altura de miras compensándole cuatro tardes –tres en abril y la cuarta en septiembre- en la temporada sevillana. Dejando en un pedestal aparte el rabo de Morante, Luque había logrado cuajar en 2023 una faena de altísimo diapasón artístico a un toro de El Parralejo que habría sobrevolado sobre cualquier otra sin la epifanía morantista. En septiembre del mismo año –sin recuperar aún del durísimo percance de El Puerto- volvería a dictar una lección de técnica y estética que le hizo rozar la Puerta del Príncipe el día de la despedida de El Juli.
En esa tesitura sigue costando trabajo entender que tuviera que esperar al 30 de marzo para comenzar la temporada en Arlés –donde salió a hombros- después de quedarse fuera de Olivenza, Castellón, Valencia o el ciclo emergente de Illescas. Con ese panorama, la triple cita abrileña llegaba sin anestesia, resuelta con una Puerta del Príncipe algo justa que, en realidad, no retrataba su mejor ser y estar en la Maestranza. Pero dejaba de ser un reto abierto para su rival Roca Rey que también traspasaría el mítico arco unos días después. Luque aún exhibiría su gran nivel exprimiendo al manso quinto del envío de Domingo Hernández el día que Ortega cuajó la mejor faena del año y culminaría su paso por el ciclo abrileño despachando el peor lote de una corrida de La Quinta que sí fue de premio para El Cid y Emilio de Justo.
Eso sí: la globalidad de su actuación le iba a convertir en triunfador del ciclo. Pero el siguiente fielato estaba en Las Ventas. En el primer bolo, con una desgraciada corrida de La Ventana del Puerto, no terminó de sacar lo mejor de sí mismo. Cinco días después, con el mes de mayo vencido, iba a mostrar su verdadero fondo torero con un manso de Alcurrucén en medio de un nuevo fracaso ganadero.
La temporada ya miraba al verano y Luque regresó a su santuario francés –su carrera sería otra sin asomarse por encima de los Pirineos- abriendo la puerta grande en Istres. Le esperaba una nutrida agenda en los ruedos galos antes de arribar el altísimo puerto pamplonés –donde anduvo sobrado- aunque por el camino iba a dar dos golpes de autoridad en Alicante y Zamora. Retomaría la senda francesa en Mont de Marsan, volviendo a imponerse a la mala racha en los sorteos pero la siguiente cita de alto nivel, en Santander y mano a mano con Perera, se iba a resolver sin trofeos por culpa del acero.
A toda vela
Había que seguir: el diestro de Gerena acabaría alzándose como gran triunfador de la feria de Azpeitia, que había sido perfectamente trazada por la comisión organizadora. Luque toreó dos tardes, en las dos salió a hombros y sobre todo marcó su altura creativa y lidiadora enseñando las costuras de un sistema cerrado, cortoplacista y refractario a la verdadera excelencia. Y del País Vasco, del tirón, a Huelva y El Puerto en sesión continua. En la Marced se iba a estrellar con un lote sin opciones en una tarde inspirada de Morante, que había vuelto sólo unos días antes y volvería a marcharse algunos después. En la Plaza Real, un año después del gravísimo percance que le sacó las tripas y le rompió la pierna, iba a volver a lo grande cortando tres orejas y mostrándose en gran plenitud.
La cosecha del verano empezaba a embalarse triunfando en Íscar y San Roque –donde cortó un rabo-, puntuando en Pontevedra y pasando de vacío en Huesca antes de retomar su reino francés navegando a todo trapo en Dax ante una exigente corrida de Juan Pedro Domecq . Aún torearía una segunda tarde a orillas del Adour en la que falló el acero con sus buendías de La Quinta. Ya mediaba el mes de agosto y ese gran nivel se iba a mantener en Gijón y Ciudad Real antes de escalar la última cumbre de la temporada. Pero en Bilbao pasaría en blanco, perjudicado en un sorteó que sí favoreció a Borja Jiménez con el mejor trío de Fuente Ymbro.
La temporada aún tenía que recorrer un largo trecho, mostrando su gran dimensión en Cuenca, Colmenar Viejo, Tarazona, Palencia… En Bayona, otro de los patios de su casa, iba a dictar una nueva lección antes de cerrar el mes de agosto saliendo a hombros en Calahorra. Aún había que navegar por el mes de septiembre, intenso y extenso en contratos. Si nos atenemos a los grandes escenarios, Luque iba a triunfar sucesivamente en Valladolid, Aranjuez y de nuevo en Dax, imponiéndose en el mano a mano con Castella antes de abrir la puerta grande en Albacete.
Cambio de aires
En Nimes, mediado el mes, le esperaban seis grises de La Quinta en Nimes para él solo. La moneda salió cara y sirvió de espejo de la incontestable capacidad profesional del torero que también abandonaría a hombros la plaza de Murcia y cortaría oreja en Logroño sabiendo que el cuarto compromiso maestrante estaba cada vez más cerca. Pero en Sevilla iba a estar emparedado en un cartel ayuno de cualquier química en el que la bola premiada, un toro excepcional de Victoriano del Río llamado Dalia, iba a caer en manos de un Talavante efectista y facilón. Luque, sin lote a favor, hizo lo más importante de la tarde. Pero quedaba más: después de clausurar la temporada oficial en Zaragoza –cuatro orejas para la talega- iba a retornar a la plaza de la Maestranza vestido de corto, mostrándose intratable y apabullante en el festival a beneficio de la Hermandad de los Gitanos y la asociación Nuevo Futuro.
No tardó en trascender que el matador de Gerena, después de dejar a Juan Bautista, dejaba las riendas de su carrera en manos de los Lozano. El tirón taquillero, la categoría de los carteles y la entrada en las grandes citas y compromisos de la temporada permanecen en el debe de un matador tocada por la varita divina y lastrado por algunas facturas personales. Pero el nivel técnico, taurino y artístico del matador de Gerena es apapullante. Los Lozano tienen ahora la llave para colocarlo en el sitio que puede y merece. En Resurrección debe estar por derecho propio.
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