Antonio Silva
Cofrades de Cataluña
Balcón de Sol
La tarde estaba desapacible, demasiado fría y ventosa para el mes de mayo en Sevilla. No apetece ir a los toros. La plaza registra, no obstante, una muy buena entrada. Está casi llena. Los aficionados hablan, todavía con la emoción en la retina, de la corrida del día anterior. Con mis compañeros de localidad, viendo una foto, comentamos la estocada de Morante a su segundo. Está Morante encunado entre los dos pitones, su cuerpo volcado en la testuz y la mano hundida en el morrillo donde está entrando la espada. Así se matan los toros. Así mataban los toros Cagancho, Camino, el torero de la isla y los grandes matadores que ha dado el toreo.
Decepcionó la corrida de Jandilla. Mal presentada. Chica. Anovillada. Impropia de esta plaza. Durante la lidia, cumpliendo sin más en el caballo, desarrolló sosería y mansedumbre. Sin fondo alguno, salvo el anovillado sexto, todos se rajaron pronto en la muleta.
Sebastián Castella, con un lote a contraestilo, poco pudo hacer. Se empeña en imponer su toreo, dominador y exigente, a todos los toros y muchos no están dispuestos a admitirlo. Con los toros ya rajados porfió en las distancias cortas alargando las faenas de manera innecesaria, que el público, desesperado, protestó. Mató de una media lagartijera a su primero y, a su segundo, de una estocada trasera en la suerte natural que bastó para que el toro doblara.
José María Manzanares tuvo quizás el peor entre los malos de los lotes. Poco pudo hacer más allá de mostrar su voluntad y, sin grandes apreturas, con la facilidad que tiene, matar a sus dos toros de sendas estocadas en la suerte natural.
A Borja Jimenez le tocó en suerte el anovillado sexto, noble y bobalicón en la muleta, el único de los seis toros que permitió el lucimiento. Inició la faena Borja en los medios con un pase cambiado que ligó con dos derechazos templados, si por templar entendemos adecuar la muleta a la velocidad del toro, rematado con un trincherazo bien ejecutado. Suena la música. Demasiado pronto en mi opinión, la faena no ha hecho más que empezar. Está adquiriendo mucho protagonismo la música, demasiado. ¿Para cuándo regular su intervención? Le da distancia Borja y lo cita de nuevo, primero con la derecha, para darle una serie larga y templada sin apretar mucho al toro, dejándolo a su aire, sin bajar mucho la mano, que remata con un excepcional pase de pecho, quizás lo mejor de la faena, de pitón a rabo. Igual hace al natural. Ya con el toro más apagado, sin apretarle nunca, se enrosca al toro en un circular invertido para, a continuación, en las cercanías torear en redondo y rematar su faena en el tercio, aprovechando la querencia, toreando de nuevo con la derecha a pies juntos. La faena tuvo la virtud del temple y la inteligencia de dejar siempre al toro a su aire. Le faltó -quizás el inválido toro no lo hubiese admitido- profundidad y hondura. Mató en el tercio de una estocada perfilándose de lejos, abriéndose en el embroque que bastó para que el toro cayera fulminado. La plaza pide y el presidente Luque Teruel -las casualidades nunca existen- otorga las dos orejas a todas luces excesivas, que no reflejan lo ocurrido y deja el prestigio de la plaza más por los suelos de lo que ya estaba.
Abandoné el coso con el frío metido en el cuerpo. Me seguía acordando de la faena de Morante y pensaba qué distantes eran las dos orejas del jueves, después de una intensa y emotiva faena, con las frías orejas que paseaba Borja tras una fría faena en una fría tarde.
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