Un mano a mano premonitorio

tercer festejo del abono en la maestranza

Una imagen del festejo de ayer en la Maestranza
Una imagen del festejo de ayer en la Maestranza / Juan Carlos Muñoz

Cartel insólito el del tercer festejo del abono, pues no se recordaba un mano a mano novilleril en abril y la verdad es que se tradujo en una floja entrada. A pesar de que competían dos punteros del escalafón, los tendidos no se cubrieron de público ni siquiera en la mitad del aforo. Pero dicho lo cual hay que destacar lo interesante de cuanto ocurrió en el albero de la Maestranza entre un considerado niño prodigio, el salmantino Marco Pérez, y el sevillano Javier Zulueta. Para ellos, una bonita novillada de Alejandro Talavante que no planteó excesivas dificultades, lo que redundó en el buen desarrollo del festejo.

Abría el festejo Marco Pérez, el niño que debutaba de novillero en Sevilla, pero en la que había cortado un rabo siendo becerrista. Y llegó dejando claras sus intenciones, léase yendo a chiqueros para recibir a Juerguista y continuar tras el trance con un variado juego de capote que calentó a la concurrencia. Tiene el joven charro la virtud de la conexión inmediata con los tendidos, lo que ya logró con la serie de chicuelinas rematadas con media de muy buen trazo que epilogaron el cáliz de la portagayola. Con la muleta, más de lo mismo y todo por la vía de la conexión inmediata tras brindar el novillo de su debut a la plaza. Con un inicio colosal a base de estatuarios y con la guinda de la variedad en los remates, remató la faena con un arrimón y media en lo alto, con lo que logró una oreja.

Hacen muy buena pareja el salmantino y el sevillano Javier Zulueta, pues son dos conceptos diferentes, pero dentro del buen gusto y de la ortodoxia. Pueden componer un binomio interesante y cuando el precioso castaño Juguetón sale al ruedo surgen las verónicas solemnes, despaciosas del sevillano. Tiene una forma de acompasar las embestidas con su juego de brazos que es cualidad que puede servirle de salvoconducto para circular por el planeta de los toros. Ya en la muleta y con el hándicap de que sonase el estridente pasodoble que lleva su nombre, Zulueta, gustó su toreo y, sobre todo, cómo llena la escena y el pinchazo que precedió a la estocada se llevó la oreja al limbo de las orejas dilapidadas por culpa de la espada.

Demasiado abanto Panaderito, tercero de la tarde, no ayudó en nada a los buenos deseos de Marco Pérez. Berreón de principio a fin, embestía como si no fuera con él la cosa y bien que lo intentó el salmantino desde que lo cambió por la espalda en un pase en la boca de riego. Consiguió una buena tanda de naturales poniéndolo todo él, pues el novillo no quería pelea, embestía con irregularidad y esta vez no funcionó la espada. Dos pinchazos precedieron a la estocada y la plaza guardó uno de esos silencios que tanto duelen a los toreros.

El cuarto se llamaba Sultán y nuevamente Zulueta mostró su destreza capotera a la verónica. Replicó Marco por gaoneras y le respondió Javier brindándole el novillo. Con un inicio brillante rematado con un cambio de mano que hizo rugir a la plaza, bajo los sones de Suspiros de España, todo fue saliendo a pedir de boca. Una faena de alto nivel que epilogó con unos naturales de frente que se convirtieron en la cima de la tarde. Un espadazo pelín desprendido dejó el premio en una oreja con la plaza pidiendo con fuerza la segunda.

En el quinto salió Marco a revienta calderas, yendo nuevamente a chiqueros para recibir a Pajarito, un torito jabonero que blandeó a la salida del caballo. Volvió a brindar a la plaza y volvió a brillar sacando a relucir su variado toreo y su conocimiento del animal. Muy firme el torero ante la embestida de su oponente, lo cuajó con la diestra y con la zurda, pero un pinchazo se llevó la oreja que le hubiera servido de salvoconducto para cruzar la Puerta del Príncipe. Todo quedó en un solo apéndice mientras Pajarito era aplaudido en el arrastre.

Cerró la corrida Javier Zulueta recibiendo a Vanidoso a portagayola para brindarle su muerte al Juli, pero el novillo no fue digno de brindis tan principal. Bien que lo intentó el sevillano, pero el animal no estaba por la labor. Hubo un momento en que, toreando al natural, pareció que iba a meterlo en el canasto, pero esa ilusión se desvaneció y Javier se fue por la espada, que esta vez funcionó con celeridad. Y se echó el telón de esta novillada con la sensación de que habíamos visto un duelo que, posiblemente, va a repetirse con frecuencia en un futuro no lejano.

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