Entre la penitencia y la eucaristía

La procesión muestra un claro desequilibrio entre su extenso cortejo y el escaso público, sobre todo a primera hora. Se echaron en faltas más altares y más dignos.

Foto: Juan Carlos Vázquez
Foto: Juan Carlos Vázquez
Juan Parejo

27 de mayo 2016 - 05:03

Dos de la tarde. Cuesta del Rosario. El Señor de la Sagrada Cena avanza poderoso camino de los Terceros. Las Cigarreras toca Macarena, una marcha que recuerda a su mejor etapa, al menos a sus sonidos más clásicos, esos que a veces se echan en falta. El paso se abre paso entre la bulla que lleva delante. Detrás, la banda va precedida de una gran cantidad de forofos que graban vídeo y audio con todo tipo de artilugios, cada vez más sofisticados. En la Plaza de la Pescadería, vulgo La Mina, otra multitud espera con refrigerio en mano. Y lo mismo en la Alfalfa. Como ha ocurrido desde la salida. Y así, hasta la entrada. La Catedral. Ocho y cuarto de la mañana. Los niños carráncanos de la Sacramental del Sagrario salen a una Avenida casi desértica. Las sillas tienen muchos claros todavía. Llegan a una Plaza de San Francisco prácticamente despoblada. Cuando sale la custodia, a las once menos diez minutos, hay un poco más de público, pero no mucho más. Conforme el sol va subiendo sí aumenta la asistencia de fieles hasta rozar el lleno a la hora del aperitivo.

Estas dos estampas de la mañana del Corpus resumen cuáles son los gustos y las preferencias de los sevillanos. La ciudad ha mutado en sus costumbres. La penitencia, las hermandades que salen en Semana Santa, lo ha engullido prácticamente todo. Las costumbres han cambiado. Los jóvenes son en su mayoría abducidos por el costal, la corneta y el tambor. Es cierto que la procesión lleva más personas que nunca, algo que hay que apuntar en el haber de las hermandades. Fueron los cofrades los que la revitalizaron en los años 90 tras atravesar décadas de decadencia. Hay corporaciones que superan con creces el centenar de hermanos en su representación. Ésa es la paradoja. La procesión del Corpus crece cada año en la misma medida que disminuye el público que va a postrarse ante el santísimo. Entre la penitencia y la eucaristía, en Sevilla, gana la primera. Con sus cornetas y tambores y su legión de aficionados.

La procesión del Corpus puede presumir de ser cada año más bella. El nivel de perfección que alcanzan los pasos es ya difícilmente superable, con el de la custodia en primer lugar. Algún día habrá que reconocerle y agradecerle públicamente a Manuel Palomino, prioste de los priostes, todo lo que ha hecho para que las hermandades luzcan su patrimonio de manera exquisita. La procesión es cada vez más bella, sí, pero también más tediosa. No hay cifras oficiales, pero el cortejo puede superar ya las cuatro mil personas. Y eso, para una persona que espera de pie, o aguarda en una silla, la llegada del santísimo se hace, simplemente, insoportable.

Un ejemplo. Los carráncanos pasaron por Francos a las 09:35. La custodia no llegó hasta las 12:11. Más de dos horas y media de procesión. Este año, la gran novedad del Corpus fue el adelanto de la salida quince minutos. Así se quería corregir el desfase que había entre el final de la misa que preside el arzobispo, monseñor Asenjo, y la salida de la custodia. En los últimos años hubo que esperar bastante tiempo puesto que todavía quedaba por salir de la Catedral parte del cortejo. La medida adoptada este año ha resultado positiva. La espera ha sido prácticamente nula.

Una de las personas que llevan más años colaborando en la organización asegura que la del Corpus es una procesión complicadísima. Desconoces cuántas personas acudirán y es muy complicado encontrar un equilibrio. Hace unos años se remodeló un poco el inicio, pero se sigue echando en falta algún paso más en el arranque para intercalarlo entre los tramos de cofrades. Se habló de San Hermenegildo, aunque hoy por hoy no hay una intención cierta. Mucho se ha debatido también sobre si es necesario poner numerus clausus en las representaciones de las hermandades. El Cabildo lo rechaza de plano. Cuantas más personas acompañen a Jesús Sacramentado, mejor. El problema es que los fieles, conscientes del tedio, salen de sus casas a última hora tan sólo para ver al santísimo y se pierden todo lo anterior.

La mañana del Corpus resultó resplandeciente y fresca. Nada que ver con años anteriores cuando el calor fue insoportable. "A mí las Semanas Santas que caen tan pronto no me gustan. El Corpus es en mayo y hasta la Virgen de los Reyes no tenemos más procesiones", se quejaba un señor en la Plaza del Salvador. Este año se ha echado en falta el altar que se montaba delante de la iglesia de San Juan de Dios. En realidad, se han echado en falta muchos más altares y con la dignidad que merecen la ciudad y la procesión. El alcalde, Juan Espadas, también lo advirtió, y reconoció después de la procesión que mantendrá un encuentro con Asenjo para ver cómo se pueden revitalizar los montajes. Los premiados de este año han sido la Hermandad del Amor, en la categoría del altares; Casa Rodríguez, en balcones; y Galerías Madrid, en escaparates.

La procesión se desarrolló sin incidentes, salvo el susto en la calle Cerrajería cuando el toldo de una cafetería casi impide el paso de la custodia. Como es habitual, el cortejo avanzó más deprisa al principio, para ralentizarse un poco en su final. Fue el primer Corpus sin la calentería del Postigo, como muchos se encargaron de recordar en Twitter. Añoranza de la cola para comprar calentitos en la ciudad de la ojana y falta de compostura en los representantes de entidades y colegios profesionales, más empeñados en saludar, en dejarse ver y en charlar que en ir en silencio y en actitud respetuosa, como corresponde cuando se acompaña al santísimo. También se vieron muchos cordones de gafas de colores.

"¡Mira que bonito. Está Cristo!". Una niña señala al Señor de la Cena, en el Palacio Arzobispal. Los últimos estandartes sacramentales, verdaderas joyas, entran en la Catedral. Pasa la junta superior del Consejo en su último año. Son ya las doce. La procesión se aproxima a las cuatro horas. La custodia avanza por Alemanes y enfila Placentines cuando el sol empieza ya a picar. La música de los militares, que se llevan todos los aplausos de la mañana, suena a lo lejos. A las 12:30, tras los honores, la custodia se adentra por la puerta de los Palos. A esa hora, el entorno de la Catedral está abarrotado. Es la hora de buscar el refrigerio.

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