Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Bárbara, el Rey, Jekyll y Hyde
La aldaba
Cuando septiembre va buscando sus días postreros, las cuentas han amortiguado los efectos devastadores de agosto, los cuerpos han perdido un golpecito de bimba y ya se tiene claro el coste de la vuelta al cole, el personal comienza a rellenar la agenda de convocatorias sociales de mediodía o noche. Algunas son forzadísimas, otras son oficiales. Unas están motivadas por el muy respetable ocio y otras son de trabajo, que ya se sabe que hay comer muchos langostinos para llevar los garbanzos a casa. El problema es cuando son en fin de semana y resulta que el convocante es de los que encajan en el perfil del ariete. Porque hay gente que te cita a un sarao una vez, incluso dos para dejar claro un sano y legítimo interés. Pero los hay más seguidos que la embestida de un cebada gago. Se ha de tener un repertorio de respuestas rápidas y ágiles para quitarse de en medio de forma clara y no agresiva, claro, que ya sabemos que la sociedad de la moderación exige formas de diplomacia vaticana para que nadie se sienta ofendido. “Te esperamos en la barbacoa en el chalet para vernos después de las vacaciones.Empezamos a mediodía y hasta que aguanten los cuerpos”. ¿Vernos? Si he seguido los viajes de cada uno por las fotos de Facebook que mostraban todo lujo de detalles, si hasta he cogido confianza con amigos de los amigos a quienes no conocía de nada con solo verlos en todas las situaciones cotidianas de unas vacaciones. “¿Te apuntas al cumpleaños sorpresa de Antonio? Solo me tienes que mandar un bizum de 30 euros”. Qué suerte tiene Antonio. Y encima... sorpresa. A uno el último cumpleaños propio le costó un pico, pues así lo traía aprendido de casa.
“Te recuerdo la cena de pre-boda del viernes, en un restaurante superchic donde después tenemos la música y el baile”. Si el sitio es de copas, seguro que se cena mal... Tendrá una carta con mucha pata de pulpo, tataki y, por supuesto, varias modalides de pan con más semillas que el comedero de un canario. Entre los reencuentros forzados, los cumpleaños con financiación exterior y las pre-bodas, la paliza de convocatorias puede ser un suplicio. El mejor escudo para blindar el fin de semana de septiembre, la respuesta más certera: “Lo siento, pero vamos a la playa a recoger los muebles de la terraza, que siempre los dejamos fuera cuando acaba agosto por si volvemos para una escapadilla”. Usted tire de la excusa de recoger la mesa y los sillones de mimbre, o de la siempre socorrida necesidad de “cerrar bien la casa”. Y ya en octubre puede alegar que va de caza, aunque sea de mirón. El día 6 se abre la menor. Para el Pilar se abre la mayor. El caso es que no le atrapen. Que al final le toca hacer el bizum... No sea perdiz.
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