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Turrón amargo, pero turrón

  • El club no piensa, de momento, destituir a Míchel pese a su alarmante pérdida de crédito. Con unos números decepcionantes, el proyecto y la Copa lo mantienen.

Una patata caliente hay encima de la mesa del despacho de José María del Nido y estas cosas son las que menos le gustan al presidente del Sevilla. A decir verdad, a ningún presidente le agrada verse entre la espada y la pared, con la afición bramando ya por una destitución de su técnico y el equipo desplomándose en la tabla. Protagonizando casi a diario el duro ejercicio de expresar públicamente la confianza en el proyecto y en el entrenador, debe resultar imposible mirar de reojo la clasificación y los desoladores números que firma el que debe enderezar el rumbo de la nave: 8 puntos sumados de los últimos 36 posibles.

Aunque Del Nido había camuflado algún aviso a Míchel entre sus mensajes de respaldo público, la línea editorial del consejo ahora mismo es seguir creyendo en el técnico en el que basó el proyecto cuando decidió renovarlo sin que lograra los objetivos la pasada campaña. De momento, no tiene que haber cambiado nada, pero sí es verdad que el trabajo del ex mundialista en el Sevilla ya va a contrarreloj. Ahora sí, Míchel está muy tocado. Aunque no puede basarse todo en un cambio mal hecho, su decisión de sustituir a Reyes por Rabello en Anoeta precisamente cuando el utrerano parecía estar liderando la reacción del equipo en la segunda mitad ha encendido las alarmas en lo referente a la responsabilidad general del entrenador. Está claro que no ha sido el cambio en sí, pero sí ese gesto -con el consiguiente enfado público del jugador- es el que sirve de solapa desde la que tirar para ver lo que hay o no hay debajo.

Si no hay sorpresas, Míchel pasará las Navidades como entrenador del Sevilla pese a que el madrileño ha logrado firmar las peores cifras del equipo blanco en Primera División en la última década, sólo comparables a las de Marcos Alonso en el último descenso. Cuando apenas cuatro días antes del partido de Anoeta miembros de la secretaría técnica defendían en la televisión oficial del club el trabajo "extraordinario" de Míchel con la plantilla, está claro que la decisión del consejo ejecutivo es mantenerlo. Mantenerlo y esperar. En este sentido, el primer partido del año en el Sánchez-Pizjuán ante Osasuna puede ser una prueba de fuego para el ex madridista. Una nueva derrota provocaría que la afición señalara ya a Míchel como parte activa en una responsabilidad hasta ahora muy marcada en las personas encargadas de la planificación de la plantilla. Al presidente por unas cosas y a Monchi por otra, tomando cada vez más fuerza la escasa apuesta por los canteranos de la casa y en especial el candente caso Luis Alberto.

Para terminar de poner la guinda en una ciudad en la que estas cosas no son ninguna tontería, el eterno rival, un club intervenido judicialmente, ocupa la plaza a la que el Sevilla aspiraba con 9 puntos de diferencia (hoy pueden ser 12) y por primera vez en la última década por encima claramante en la tabla.

La difícil situación económica que vive la entidad, obligada a vender jugadores según quedó reconocido y aprobado en la Junta General de Accionistas para cuadrar las cuentas, y la fe que el consejo parece tener todavía en su trabajo, le garantizan a Míchel el turrón estas Navidades, pero éste pierde cada vez más crédito y sólo se agarra a la esperanza de la Copa, torneo en el que el 0-5 al Mallorca coloca al Sevilla virtualmente en cuartos en una parte asequible del cuadro. Esto último es otra gran baza de Míchel a la hora de poder comerse el turrón. Amargo, sí, pero turrón al fin y al cabo.

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