Crítica teatro

Haciendo grande a Lorca

Bodas de sangre. CAT en coproducción con el CDN. Basado en la obra de Federico García Lorca. Dirección: José Carlos Plaza. Escenografía e iluminación: Francisco Leal. Coreografía: Cristina Hoyos. Reparto: Consuelo Trujillo, Carlos Álvarez-Novoa, Israel Frías, Noemí Martínez, Luis Rallo, Maica Barroso. Lugar: Teatro Central. Fecha: Miércoles 13. Afoto: Lleno.

Qué bien hacemos Lorca. Es como si fuésemos profesionales de ese sufrimiento, de la sangre, las navajas. La culpa será de esta tierra, que es la misma tierra que pisó Lorca el siglo pasado y que le inspiró esta tragedia familiar, pasional y descarnada. Pero hay que ir a ver esta adaptación de Bodas de sangre.

Hay que ir aunque sólo sea para disfrutar de los cinco momentos perfectos que, durante el convite de la boda, en el segundo cuadro de segundo acto, con el elenco al completo pisando la madera, ha montado Plaza y su equipo: se disponen todos, bailan, se forma la rueda, giran en torno a Carlos Álvarez -el padre de la novia- que blande su bastón sobre Consuelo Trujillo -la madre del novio y el resto. Una buenísima escena.

Y hay que ir a ver esta adaptación porque estos actores hacen grande a Lorca: Consuelo Trujillo, claro, que lleva el peso de la obra y que logra nuestro odio y nuestra ternura como la matriarca pasional y castigada que es. Mesurada en la prosa aunque la querríamos más. Pero no sólo ella, también Maica Barroso, que dice bien y se mueve con gracia.

Hay pocos peros que ponerle al montaje aunque son capaces de destrozar a Lorca justo cuando al fin deja de componer todas sus metáforas con toros y claveles y se pone serio y austero. Una paradoja porque esta adaptación es seria y austera. Uno de estos peros es poner efectos eco-eco a las voces cuando comienza el inspirado verso en el tercer acto, con La Luna y La Muerte conversando en el arroyo, o el brinco que produce la voz de Ana Belén por la megafonía entonando la canción de La Luna, uf. Y entonces el tercer acto y la tensión van en picado, y la obra pierde todo lo ganado, una lástima y un capricho innecesario.

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