El recital que el tenor alemán Jonas Kaufmann (Múnich, 1969) ofrece esta noche en el Teatro de la Maestranza supone para el melómano sevillano el reencuentro con el universo del lied, y ello después de que la supresión del ciclo de cámara de la Fundación Cajasol haya mermado considerablemente las posibilidades de difusión de un género que debería ser imprescindible en cualquier ciudad con aspiraciones a tener una vida cultural medianamente equiparable a los estándares de las urbes civilizadas, cuanto más en una que ostenta el, al parecer irrelevante, título de Ciudad de la música concedido por la Unesco.

Acompañado por el pianista Helmut Deutsch, Kaufmann ofrecerá uno de los más bellos y conocidos ciclos de lieder de la historia, Die schöne Müllerin (La bella molinera), una colección de veinte canciones que Franz Schubert (1797-1828) escribió en 1823 sobre poemas de Wilhelm Müller. Con su maravillosa facilidad para la melodía, su extraordinaria intuición sobre los mecanismos psicológicos de percepción vinculados a la armonía y el color, Schubert creó aquí un universo artístico perfectamente cerrado que, partiendo de la idea del viaje como eje vertebrador, transita de la luz a la sombra, moviéndose entre imágenes y temas típicos del Romanticismo alemán de la época: la naturaleza, el amor, el desengaño, la soledad, la muerte.

Jonas Kaufmann, que canceló su previsto recital en el Liceo de Barcelona el 10 de octubre pasado, por lo que la de Sevilla será la única actuación programada en España en lo que queda de año, grabó ya este ciclo schubertiano en 2009 en el sello Decca, con el que mantiene contrato exclusivo desde que empezara a despuntar en el panorama internacional hace unos años, catapultado desde ese teatro forjador de talentos que es la Ópera de Zúrich. Poseedor de una bella voz lírica de timbre cálido y oscuro, en ocasiones con resonancias casi baritonales, Kaufmann se ha convertido en poco tiempo en una de las grandes figuras del canto centroeuropeo, gracias a una combinación afortunada de atractivo aspecto físico, notables dotes actorales y generosos medios, unos medios que, si afeados por un exceso de engolamiento y de emisión nasal que empiezan a ser inocultables, le permiten afrontar papeles de cierto peso vocal -aunque sin llegar a esa voz de tenor dramático ni mucho menos de heldentenor que algunos pronosticaban-. A todo ello se une una capacidad muy apreciable de adaptación a diferentes estilos, gracias a su trabajo siempre cuidado sobre los textos, un último aspecto que le está permitiendo desarrollar una intensa y apreciable carrera como liederista, en calidad de lo cual llega hoy al Maestranza.

Su actividad operística ha sido en cualquier caso la que ha proporcionado al tenor bávaro prestigio y fama, y en ella su evolución ha sido tan formidable como para pasar de cantar los roles de tenor ligero y lírico en Mozart, los belcantistas y Verdi a penetrar en terrenos wagnerianos (Lohengrin, Tannhäuser, Siegmund, que cantará en 2011, e incluso se habla de un futuro Tristán), afrontar el Don José de Carmen, el Pinkerton de Madama Butterfly o el Cavaradossi de Tosca, aunque es cierto que uno de sus triunfos recientes más sonados ha sido con el Werther de Massenet, un papel en el que hizo historia un tenor lírico-ligero como Alfredo Kraus. Aparte de Tristán, Trovatore, Baco (de Ariadna en Naxos de Strauss), Eneas (de Los troyanos de Berlioz) y hasta un soñado Otello esperan en el horizonte. De momento, en Sevilla tendremos que conformarnos con su Schubert, que tampoco debe ser plato despreciable para nadie.

Recital de Jonas Kaufmann. Esta noche a las 20:30 en el Teatro de la Maestranza. Piano: Helmut Deutsch.