Cultura

Ana María Matute logra a sus 85 años el Premio Cervantes

  • Es la tercera mujer que consigue el máximo galardón de las letras castellanas con María Zambrano y Dulce María Loynaz · "Posee un mundo y un lenguaje propios", destaca el jurado

La escritora Ana María Matute ha hecho de la literatura su forma de estar en el mundo, y ayer, por fin, vio recompensada con el Premio Cervantes una obra extensa y fecunda que se mueve entre el realismo y "la proyección a lo fantástico" y la posesión de "un mundo y un lenguaje propios". Matute, académica de la Lengua y genial novelista y cuentista, se convierte así en la tercera mujer que gana este premio, que en sus 35 años de trayectoria solo había distinguido hasta ahora a la ensayista María Zambrano (1988) y a la poeta cubana Dulce María Loynaz (1992).

La "sorprendente" conjunción entre el realismo y lo fantástico que se da en la obra de Matute (Barcelona, 1925) fue destacada por Juan Marsé, Premio Cervantes 2008 y miembro del jurado, cuyo fallo hizo público la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde.

Tres horas después, la propia Ana María declaró en una improvisada rueda de prensa en Barcelona que estaba "contentísima" con un premio que le "encanta" y cuya concesión, por los rumores que corrían desde hacía días, no la dejaba dormir. "He dado toda mi vida a esto que es escribir, a ser parte de la literatura", afirmó la autora de Los Abel, para quien el Cervantes le llega como un reconocimiento, "si no a la calidad, sí al esfuerzo, a la entrega total de una vida". "He conocido poca gente que diga que es enormemente feliz. Yo lo soy, y ya está", declaró ayer, sin ambages.

Matute consideró que su galardón y la reciente entrada de Soledad Puértolas en la Academia de la Lengua hacen de estos días un momento dulce para la literatura en castellano hecha por mujeres. "El machismo está quedando lejos, se están dando pasos importantes, sobre todo en la Academia".

Elegante y sin rencor, Matute apuntó que los críticos, "un poquito malignos", no supieron dónde ubicarla cuando desembarcó en la literatura en los años 40. "España estaba tan cerrada que no se enteraban de nada", explicó.

Algo de ese pesimismo presente en su obra afloró en lo personal en los años en que estuvo apartada de la literatura, un silencio literario que sufrió mucho y del que le ayudó a salir la agente literaria Carmen Balcells, que la animó a rematar Olvidado rey Gudú. "Fue ella la que me dijo que lo acabara, y a partir de ahí volví a ser la Matute".

Citando a Borges, la escritora reconoció que está más orgullosa de los libros que ha leído que de los que ha escrito. "Leer es una parte esencial de mi vida, la mitad me la he pasado leyendo, a Dickens a Dostoievski... he sabido de los sentimientos gracias a ellos", indicó Matute, que citó también los cuentos de Chejov como la puerta que la llevó a la literatura.

Entre los temas que han centrado su obra destacan la Edad Media, la infancia, la injusticia social, los marginados, la incomunicación, la guerra y la posguerra.

Ana María Matute escribió a los 17 años su primera novela, Pequeño teatro, que para publicarse necesitaba del permiso de su padre, lo que sólo pudo hacer años más tarde. Libre, moderna y rebelde, siempre ha dicho que la palabra es "lo más hermoso que se ha creado" y que su sitio era "el bosque", tema que escogió para su discurso de entrada en la Academia en 1998 para ocupar el sillón "K".

La narradora es autora de títulos imprescindibles como Torre vigía, Olvidado rey Gudú, Aranmanoth, Los soldados lloran de noche, Premio Fastenrath de la Real Academia Española; Los Abel, Fiesta al Noroeste, premio Café Gijón; Pequeño teatro, Premio Planeta; Los hijos muertos, premio de la Crítica, en 1958, y Premio Nacional de Literatura en 1959 o Primera memoria, premio Nadal en 1959, entre otros. También tiene una inabarcable obra para jóvenes y niños, con cuentos como Los niños tontos, El país de la pizarra, La oveja negra, El verdadero final de la bella durmiente, o La puerta de la luna, el volumen que abrocha todos sus cuentos y que acaba de salir este mes. Muchos de ellos están dedicados a su hijo Juan Pablo.

Y como creadora de cuentos para niños -posee también el Premio Nacional de Literatura Infantil por Sólo un pie descalza- "la Matute", como así le gusta que la llamen, se ha manifestado muy en contra de los cuentos que se escriben ahora. "Lo políticamente correcto lo fastidia todo. Ahora no se le puede leer a un niño un clásico, que son fabulosos, porque hoy hay que decirles amén a todo y al final la caperucita se hace amiga del lobo. Y esto no es así, porque en la vida te vas a encontrar lobos tremendos...".

Hija de una familia burguesa, de padre catalán y madre castellana, Matute vio cómo la guerra civil afectaba de fondo su vida familiar, caracterizada por grandes ausencias. Después, en 1952, se casó con el escritor Eugenio de Goicoechea -"el malo"- y en 1963 se separó, pero como consecuencia de las leyes de la España de aquella época, le quitaron la custodia de su hijo y no pudo verlo durante años.

Hechos, cicatrices de una autora que ha cruzado casi un siglo y que ha visto "casi todo", y cuya principal característica es la de ser un persona buena, siempre preocupada por el ser humano: "El mundo está tan desquiciado hoy como cuando tenía 14 años. Las formas cambian, pero no el egoísmo y la intolerancia. Todo eso es igual que cuando empecé a vivir".

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