Ante el único derbi reconocido

AMANECE derbi y eso, en esta ciudad nuestra, imprime carácter. No es un día más por mucho que esté incrustado en ese largo y triste día después que sucede a la Feria, ni tampoco porque nos llegue metido como con calzador entre semana y muy lejos de cuando lo decía el calendario. Es derbi y punto, el único derbi que reconoce el sevillano, nada que ver con ciertos sucedáneos que nos intentan colar de forma más o menos interesada. Se trata de la colisión entre las dos únicas religiones verdaderas para los nacidos en una ciudad que se levanta con los nervios más desbocados así que amanece con derbi en el programa.

¿Y cómo se presenta el derbi, amigo? Pues ya ve, bien, gracias. Van los dos al abordaje de ese partido que puede servir de quite del perdón tras ver demasiado lejos los objetivos o con el ánimo ilusionado por la posibilidad de darle a su gente una alegría que no es una más, cómo va a ser una más, en un tiempo donde las cosas parece que fluyen con la normalidad tanto tiempo atrás añorada. En fin, que en el coliseo de Dato derbi habemus entre un Sevilla que no tiene otra forma de arreglar el curso que la de sojuzgar al rival menos querido y un Betis que sabe cómo sus apariciones allí tras un retorno no suelen dársele muy mal que digamos, o sea...

¿Favorito? Si fuese un partido más, nada que ver con un derbi, servidor diría que el Sevilla, que juega a favor de querencia y que, además, tiene un equipo más sólido que el Betis. Aunque la tropa de Míchel no viva sus mejores tiempos lo es por peso específico y, qué caramba, por una ineludible obligación de ganar y de maquillar un curso que ha salido bastante peor de lo previsto. ¿De figura decorativa el Betis? Tampoco es eso, claro que no, ya que si el Sevilla está obligado, el equipo de Pepe Mel llega con el hambre que se pasa tras tres años sin comparecer en dicho escenario. Que gane quien más lo merezca, el mejor de este partido, el único derbi reconocido por Sevilla.