La ciudad y los días

carlos / colón

¿Quién juega a los pasitos?

QUIENES sacan catorce pasos a la calle sin que sea Semana Santa se escandalizan porque una hermandad asomó el suyo a la puerta de la iglesia; y le acusan de jugar a los pasitos. ¿Y lo que ellos hacen qué es? Quienes designan a un Nazareno que va sin Cirineo para representar la octava estación (Jesús es ayudado por el Cirineo), a un Nazareno que va solo en su paso para representar la novena estación (Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén) o a un Cristo sentado en una peña para representar la décima estación (Jesús es crucificado) dicen que hay que ser serios, rigurosos y responsables. ¿Cómo se atreven estos sacapasos a reconvenir, pedir seriedad o dar lecciones?

Nada he visto tan dañino para las hermandades como este sainete del Vía Crucis Magno -cuánto les gusta añadir Magno a lo que sea- desde que se pusieron los pasos de exposición en Esplendores para que los vieran los turistas que venían a la Expo y desde que se montaron altares de culto de pega -en las iglesias y presididos por las sagradas imágenes- para que los vieran los asistentes a un congreso cofrade. En tiempos que exigen contención de la "afición" y fomento de la devoción, y alentar el sentido de la medida poniendo límites a la desmesura, no es lo más oportuno celebrar el año de la Fe sacando catorce pasos a la calle. Eso sí, con el fariseísmo, tan del folclore negro, de quitarles sus músicas y ponerles coros y "pitos" para que todo sea más místico.

Esta mezcla explosiva de clericalismo y frikismo capillita, de hipócrita apariencia de severidad y desmelene de pasos en la calle, de elecciones grotescamente arbitrarias y decisiones disparatadas, tenía que acabar necesariamente mal por bien que saliera todo. Lo que no era de esperarse es que quienes han organizado lo de los catorce pasos acusen de jugar a los pasitos a quienes asomaron uno, el suyo, a una plaza para que lo vieran y disfrutaran los vecinos de un barrio situado a ocho kilómetros del centro. O que fuera tan criticado su ofrecimiento para presidir el Vía Crucis. Inoportuno, desde luego; pero, ¿cómo pedir sentido común en este disparate en el que alguna hermandad con muchos siglos encima se ha metido a empujones? Puestos a criticar habría tanto que decir del Arzobispado y del Consejo de Cofradías que resulta cobarde, además de hipócrita, señalar a la más modesta de las hermandades que participaron en el desatino.

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