¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Endecha por la muerte del árbol de Santa Ana
POCO dura la alegría en la casa del pobre. A las pocas horas de que Rajoy cerrara el Debate sobre el estado de la Nación con el ánimo alto y la seguridad de que había anunciado dos medidas que darían un vuelco en positivo a las cifras económicas, con una puerta abierta a la creación de empleo estable -porque efectivamente se trata de medidas que van a abrir puertas a miles de empleos- empezaba el desencadenamiento de noticias que dejaban otra vez abiertas las heridas que desde hace años ensombrecen el panorama español.
Entre estas últimas, la que se produjo cuando Rajoy aún no había tenido tiempo siquiera de llegar a Moncloa: la Agencia Tributaria había detectado un fraude fiscal de Luis Bárcenas superior a los 11 millones de euros, a pesar de que sus declaraciones a Hacienda de los últimos siete años salían con devolución. Todo un torpedo a la línea de credibilidad de un PP que no supo o no quiso controlar a su tesorero.
Por si no fuera suficiente mal trago, el Banco de España afirmaba que los salarios habían bajado más de lo que decía el Gobierno, se hacía público el PIB del último trimestre que indicaba que la subida había sido una décima inferior a lo previsto, y desde Luxemburgo el Tribunal de Justicia de la UE determinaba que el llamado céntimo sanitario, el impuesto con el que la mayoría de las autonomías gravan los carburantes, no cumplía la legislación europea. Los primeros cálculos hechos a vuela pluma indicaban que la posible devolución de ese céntimo a los españoles que lo habían pagado podría suponer hasta trece mil millones de euros.
Muy malas noticias para un Gobierno que consideraba que, al fin, se iniciaba un año en el que se verían signos claros de recuperación, a lo que ayudarían las medidas estrella anunciadas por el presidente. Se produciría en breve la creación de empleo estable y además la relacionada con la exención de IRPF a los salarios menores de 12.000 euros activaría a medio plazo el consumo. Y activar el consumo supone empezar a andar después de seis años de parálisis que ha llevado a la ruina a miles de empresas y por tanto a millones de familias españolas.
El jarro a Rajoy no ha sido de agua fría, sino de agua helada. Pero su equipo no se viene anímicamente abajo, obligado desde el día de su toma de posesión a afrontar problemas aparentemente insalvables: un ministro comentaba a esta periodista que "estos datos, que no son buenos, sirven para concienciarnos que no podemos bajar la guardia ni un minuto, hay que seguir trabajando hasta la extenuación".
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