José Manuel Aguilar Cuenca

Lo que me cuesta tu divorcio

La tribuna

16 de octubre 2014 - 01:00

EN multitud de ocasiones contemplamos en los medios de comunicación noticias que pasan ante nosotros sin que imaginemos el impacto real que tienen en nuestras vidas. Desde la rama de un árbol que se cae, matando a un vecino y llevando la tragedia a su familia, hasta el drama semanal de los accidentes en la carretera o la negligencia de un ayuntamiento a la hora de no hacer cumplir su plan urbanístico. Nuestra reacción a buena cantidad de esas noticias es hacer bromas y, en el mejor de los casos, ser motivo de lamento y ocupan unos minutos de nuestra vida, y luego a otra cosa.

Los divorcios llenos de denuncias cruzadas de personajes públicos son uno de esos acontecimientos que, a primera vista, resultan inocuos para nuestro diario. Estas noticias se ofrecen de una forma superficial, morbosa y fáciles para el chascarrillo y la sonrisa ante el mal ajeno. Llenan horas de televisión, titulares en la prensa y conversaciones de radio, y todo parece que se queda ahí. Apagas el receptor y sigues con tu vida y las preocupaciones que sí consideras que son relevantes en ella. Sin embargo, todo lo que acabo de referir es una trampa social, es decir, una acción de una o varias personas que, en su búsqueda de un beneficio individual a corto plazo, lleva a la comunidad donde se incluyen a una pérdida que alcanza a todos.

El ejemplo más habitual que se usa para explicar este concepto en psicología podría ser la explotación de un bien común -un caladero de pesca o un pasto comunal- por parte de unos pocos individuos que, al no respetar los ciclos de recuperación del recurso al primar sus intereses particulares, terminan por esquilmarlo, dañando la riqueza de todos. En los divorcios ocurre algo semejante. Ese aparentemente inocuo acontecimiento tiene una repercusión increíble en nuestras vidas en la que la mayoría no repara, por el sencillo hecho de que es mucho más fácil hacer una broma que plantear un cambio o reflexionar con lo que está pasando. Para entender lo que les planteo voy a traducir el coste de un divorcio para el erario público, ese que usted y yo alimentamos con nuestras horas de trabajo.

Un divorcio se compone de distintos actos jurídicos que desembocan en una sentencia final. Si esta sentencia recoge hechos que afectan a niños, suele acompañarse con los años de un nuevo procedimiento que modifica las medidas definitivas adoptadas en la vista principal. Por tanto, un divorcio de mutuo acuerdo con hijos menores, en términos generales, se va a componer de tres juicios: medidas previas, vista principal donde se dicta sentencia y, con el tiempo, modificación de medidas. Si consideramos que un juicio cuesta una media estimada por la UE de 3.000 euros entre gastos de personal, material fungible, instalaciones, mantenimiento, seguridad, ofimática, etc., podemos fácilmente comprobar que el divorcio de ese personaje público -como el del vecino o el mío propio- nos cuesta a todos de media unos 9.000 euros.

Aquí no incluyo abogado de las partes, procuradores, peritos, desplazamientos, horas de trabajo perdidas, etc. porque considero que eso lo asume cada uno de los litigantes, en detrimento del patrimonio de los hijos comunes -algo en lo que reparar muy pocos divorciados-, que verán cómo ese dinero ya no está disponible para sus estudios, cuidados y alimentación. Sin embargo, en los casos que tanto llenan titulares y horas de emisión -como en muchos otros que vemos a diario y que jamás ocuparán cabecera alguna- la cosa no queda ahí. Cada denuncia que finalice en juicio que se interpongan los antes miembros de la pareja va a sumar otros 3.000 euros. Por experiencia les puedo decir que un divorcio contencioso puede tener una media de entre tres a cinco juicios posteriores -los hay con menos, pero también los hay con un número de denuncias muy superiores a las que aquí recogemos-, es decir, a la cifra inicial de 9.000 euros habrá que sumar entre 9.000 y 15.000 euros más, lo que hace que la cuenta que todos abonamos alcance entre los 18.000 y los 24.000 euros por divorcio.

A estas alturas supongo que las ganas de hacer bromas con este tema se le habrán acabado; sin embargo, no podemos dejar aquí el asunto. Ahora deberíamos recordar que en España se celebran anualmente entre 30.000 y 40.000 divorcios contenciosos. A poco que sepa usted utilizar una calculadora logrará la bonita cifra de dinero público que nos cuesta eso que no tiene importancia, que pasa por nuestras vidas sin apenas dejar huella y que tan banal aparece.

Lo que le acabo de exponer no es más que un ejemplo de trampa social, las consecuencias que para todos tienen la decisiones individuales de unos pocos de nosotros, aunque la verdadera trampa la sufrimos a diario cuando nos convencen de que es necesario recortar en sanidad, educación o infraestructuras, en vez de actuar en el despilfarro que acabo de exponerles, entre otros. Supongamos que llevamos a cabo una política social que disminuya los divorcios conflictivos sólo un 1%. Es un objetivo muy modesto. Algunos podrían decir incluso que insignificante, pero es un comienzo. Esta acción ahorraría al común entre tres y seis millones de euros. Si somos un poquito ambiciosos y nos planteáramos una reducción del 5% estaríamos hablando de ahorros de entre quince y treinta millones de euros. Y eso cada año.

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