Francisco Correal

En la consulta de Sinuhé

calle rioja

Debutante. Médico y escritor, estirpe de Chejov y Baroja, Ángel Inuriza, oncólogo del hospital Juan Ramón Jiménez, ambienta en Turquía su puesta de largo como novelista

25 de junio 2015 - 01:00

CUANDO tenían 17 años, los dos amigos leyeron Sinuhé el egipcio. Uno le dijo al otro: "Óscar, algún día seré médico y escribiré una novela". Ángel Inoriza (Cartagena, 1963) acertó en la profecía. Es médico oncólogo en el hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva y su amigo Óscar Fernández León, abogado, que compartió el entusiasmo de la lectura de Mika Waltari, participó ayer en la presentación de El cuaderno del corrector, la primera novela de su amigo de la infancia, de muchos juegos y algunas gamberradas.

Es una novela con dos correctores. El protagonista de la historia, Héctor, un personaje "gris, anónimo" que aparece asomado al muelle del Bósforo; y el doctor Antonio Duque Amusco, el otro presentador. Fue director del servicio de Oncología del hospital Macarena y tuvo a Inuriza como residente. El único, admitió con humor, en el que prendió la llama del humanismo para darle la razón al doctor Letamendi: "El que sólo sabe Medicina ni de eso sabe". Duque Amusco, además, trabajaba de revisor de textos de una editorial y le ayudó a corregir el original. "Muchas veces el autor es el peor corrector".

Miguel Cruz Giráldez, catedrático de Literatura, condujo el acto en el Ateneo, que preside el también médico Alberto Máximo Pérez Calero. Recordó que ya en La Celestina hay un poema incorporado por el corrector de la obra de Fernando de Rojas.

El cuaderno del corrector es una novela arriesgada "escrita con el espíritu de los valientes porque en las guerras sólo hay perdedores y víctimas". Son palabras del editor de Tindaia, Borja Caamaño Fajardo, enviadas desde Galicia y leídas por Duque Amusco. Inuriza mandó la novela a un premio convocado por la editorial y acudió al crowfunding para publicarla. "52 personas pensaron que merecía la pena y gracias a ellos, mis mecenas, ha sido posible la difusión del libro".

Hijo y nieto de vascos, abuelo de Baracaldo, padre de Sestao, la profesión de éste, marino mercante, guiño de Conrad, uno de sus autores favoritos, le llevó a nacer en Cartagena. El destino de su progenitor en Astilleros propició el traslado a Sevilla, una residencia que ha simultaneado con estancias y vaivenes en Vitoria, Estanbul, Las Palmas, Londres, Badajoz y Nueva York.

La novela está escrita "entre las cinco y las siete de la mañana". Esa hora de duermevela que se apunta en la portada del libro, en las imágenes de la mezquita del video que precedió a la presentación. Escribía en un ipad en la cocina, para sorpresa inicial de sus hijos Ángel y Álvaro y comprensión de su esposa, María José. Citó a Chejov, médico y escritor: "La Medicina es mi esposa oficial, la literatura mi amante".

Además de Conrad, sus referentes son Melville -icono de marineros, autor de Moby Dick-, Kafka, Paul Auster, Vargas Llosa, Javier Cercas -de cuya última novela suscribe que "la realidad mata, la ficción salva"-, Andrés Neumann y el Proyecto Nocilla de Agustín Fernández Mallo, físico que trabaja en Oncología. También su compañero de promoción Federico Relimpio, médico y novelista.

Inuriza leyó las dos primeras páginas de su novela. El final es una palabra que une a médicos y escritores. Especializado en cáncer de pulmón y psicooncología, suscribe ese patrimonio común. "Parte de nuestro trabajo como médicos no es solamente curar, sino acompañar para que la muerte cuando suceda sea lo más dulce posible, sin dolor, sin síntomas, en paz".

Hay dolor en la novela, que parte de una de las ciudades que ha conocido, Estanbul, con la frágil democracia turca, la guerra civil siria, el conflicto kurdo. Su amigo de la infancia, el abogado, observa muchas crisis en la novela y le preguntó si también eso formaba parte de su ánimo.

"No me habían despedido del trabajo", se sincera ante el público, "me habían bajado el sueldo como a todos los que estamos aquí. Desde 2008 que estoy en Huelva hasta 2012 que empiezo a escribir el libro, sólo oigo hablar de corrupción, desahucios, aumento del paro. Yo seguía haciendo lo mismo, pero había un pesimismo generalizado. No estaba en crisis, pero empezaba a sentirme mal por el clima generalizado de desánimo. Había que salir de la zona de confort".

Los médicos tienen fama de mala letra y de buenas palabras. Dedicó su tesis doctoral a la comunicación en oncología, desarrollada después en un libro que publicó con su compañero David Muñoz Carmona, Protocolo de Comunicación en pacientes oncológicos. Antonio Duque Amusco, su profesor, su corrector, su presentador, escribió con Amalio Ordóñez un Diccionario Oncológico Gramatical después de coincidir en un congreso en Oporto.

El amigo que comparte el mundo de Sinuhé destacó los valores que le transmitió el marino mercante, su padre: constancia, perseverancia, tesón. Lo homenajea con un guiño a sus colores balompédicos, seguidor del Athletic de Bilbao, hoy que se cumplen 38 años de la primera Copa del Rey que los leones de Iríbar y Rojo perdieron con el Betis de Esnaola, López y Cardeñosa.

Ya tiene en máquinas su segunda novela, Moluscos de cera, suma de tres relatos atípicos. Le preguntan cuánto hay de él, de su vida en la novela. "La novela definitavamente no es autobiográfica, pero hay algo de mí en la novela". Lo corrobora con muy ilustre bibliografía. Mario Vargas Llosa: "Lo vivido es la fuente que irriga la ficción". Y Pedro Almodóvar: "Todo lo que no es autobiografía es plagio". Con el trabajo que desarrolla cotidianamente, en el que la vida y la muerte se dan la mano como los continentes, las culturas y los mares en el Bósforo, habrá mucho del doctor Inuriza en lo que dice el narrador al inicio de su historia: "No hay peor desperdicio que una novela sin dificultades".

El salón de actos se llenó de amigos, familiares y compañeros que asistieron a la puesta de largo novelesca de quien su editor, el gallego ausente, definió como "un maestro de la simplicidad, que no de la simpleza". Su profesor Duque Amusco tiene un ensayo sobre Simone de Beauvoir y Cruz Giráldez citó a Sartre: "No hay literatura sin lectores" para animar a la compra del libro.

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