Juan Ruesga Navarro

Elogio de la madurez

Fragmentos

14 de diciembre 2015 - 01:00

LA población española envejece a ojos vista. El incremento de la esperanza de vida y la baja tasa de natalidad ha originado un crecimiento acelerado en el porcentaje de personas mayores, que tiene como consecuencia el envejecimiento de la población. Una buena calidad de vida y un buen sistema sanitario hace que los españoles estemos llegando a edades que eran impensables en épocas anteriores. Y este proceso se acentúa por la baja tasa de natalidad que apenas es de 1,2 hijos. Las previsiones demográficas nos sitúan alrededor de 2050 como un país en el que el 40% de la población tendrá más de sesenta años. Creo que es uno de los grandes problemas de nuestro país, si no el mayor. Sin más nacimientos o más inmigración nuestro país sencillamente no será viable. Y no es sencillo de resolver sin plantearlo como una verdadera emergencia. Expertos en sociología y economía apuntarán las soluciones, pero creo que son urgentes.

Ya pertenezco a los españoles de más de sesenta años. Y no voy a ver todas las consecuencias del calentamiento global ni las de un país geriátrico. Pero si veo que una de las opciones para replantear la situación es tomar en consideración la madurez como una de las épocas más creativas de las personas. Una madurez cada vez más tardía entre las nuevas generaciones y que pronto se situará entre los cincuenta y setenta años como pronto. Grandes obras de arte han visto la luz en avanzadas edades de sus autores. Si borrásemos de un plumazo la obra realizada por mayores de cincuenta años, y hablamos de otros siglos y otras relaciones de edad, desaparecerían obras como Las Meninas de Velázquez y El Quijote de Cervantes. La Cartuja de Parma de Stendhal y Cien Sonetos de Amor de Pablo Neruda. En economía la obra clave de Adam Smith, Inquity into the Nature and causes of the Wealth of Nations. En arquitectura, una de las obras emblemáticas de la creación contemporánea como es la Iglesia de Notre Dame de Ronchamp de Le Corbusier, fue proyectada y construida a la edad de sesenta y tres años. Frank Lloyd Wright dirigió las obras del Museo Salomon Guggenheim con noventa años. El escultor español Julio González produce su obra esencial a partir de los cincuenta y cinco años. La lista es interminable en todos los campos del conocimiento. Y no es más que la punta del iceberg del trabajo que aportan a la sociedad las personas de más de cincuenta años, claro que no me refiero a las personas que han ejercido tareas manuales pesadas o peligrosas sino a profesionales en plena madurez de sus conocimientos, que es mi experiencia.

A partir de cierta edad el entusiasmo de la juventud da paso a la reflexión y a la madurez, pero no agota la creatividad ni el caudal de conocimientos adquiridos. Esa capacidad ha costado años de formación y práctica y creo que ha llegado el momento de dar un giro positivo a la estimación del trabajo y la aportación de las personas en plena madurez a la sociedad. Cualquier otra opción es un grave despilfarro.

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