"Los 15.000 niños tutelados por el Estado son un gran escándalo invisible"

Son y están

Es uno de los expertos de referencia en las reformas educativas, en los planes sanitarios de formación a los padres para criar a bebés, en la protección de menores y en las normas para la adopción. Vive los desafíos sociales sin encerrarse en un despacho y combina sus clases en Sevilla con estancias en Yale, Princeton o Cambridge

Jesús Palacios, en su habitación de trabajo en la casa de Gines donde vive desde hace treinta años.
Jesús Palacios, en su habitación de trabajo en la casa de Gines donde vive desde hace treinta años.

08 de noviembre 2009 - 05:03

ES posible hacer vida de pueblo en Gines, donde comprobamos que le conocen por la calle; a la vez tener una casa con piscina y jardín de conceptos mucho más modernos que tópicos, y sentirse ciudadano del mundo con un pie en Sevilla y otro en Estados Unidos. Jesús Palacios es un pensador entre la universidad y la política, entre la teoría y la práctica porque realiza muchos encargos que se materializan en programas de actuación sobre la infancia. Sobre el maltrato a los niños es consultor del Consejo de Europa, del Congreso y del Senado.

-¿Qué le llevó a la Psicología?

-Mi generación tenía más interés por especialidades como la Antropología, la Sociología o la Psicología. Los jóvenes de hoy prefieren lo relacionado con la gestión empresarial. Quizá entonces queríamos entender el mundo para cambiarlo, y para entendernos a nosotros mismos, mientras que ahora quieren administrar el mundo. Me atrajo enseguida todo lo relacionado con la crianza y la educación. Empecé estudiando más el entorno escolar y después profundicé en el entorno familiar.

-Usted es uno de los 'padres' intelectuales de la Logse, tan criticada.

-Participé en todo el proceso de reforma educativa, primero como asesor con los ministros Maravall y Solana, y después como director general de Renovación Educativa con Suárez Pertierra y Saavedra. Partíamos de la Ley de 1970 y era inevitable cambiar la estructura del sistema. La escolarización obligatoria terminaba a los 14 años, pero la edad laboral estaba fijada en 16, había dos años de vacío social para los chavales. Y la Formación Profesional de primer grado estaba muy desprestigiada, con una tasa altísima de abandono y fracaso. Recuerdo que un colega sueco me dijo: "Tenéis que hacer la ley, pero cuando esté aprobada, os tendréis que ir de España porque una cosa es la norma y otra distinta la realidad, que es la que se impone".

-Con la perspectiva de estos años, ¿qué aportó de bueno la Logse?

-Ampliar la escolarización a los 16 años; la mejora notable de la FP, y la extensión y subida de nivel de la Educación Infantil de 3 a 6 años. Y lo que se ha quedado atrás es la mejora de los contenidos de la educación, y la franja de edad de 14 a 16 años no está bien resuelta, quizá debió optarse por subir la obligatoriedad de materias comunes sólo un año, hasta los 15, y el año siguiente dejarlo abierto con más alternativas.

-¿En la reforma falló la base teórica o la aplicación de la ley?

-La Logse se aprobó en 1990, se empezó a implantar en Primaria en 1992, y el momento crítico era en 1996 con la puesta en marcha de la nueva Enseñanza Secundaria. Pero cambió el poder político y el PP, desde el principio, no tuvo interés alguno en la aplicación de la ley, tenía otro modelo educativo en la cabeza y, en lugar de ir ahormar la implantación del sistema y corregir sus desajustes, lo que hizo fue utilizar los problemas para reafirmarse en su tesis.

-¿No hay control adecuado sobre los libros de texto?

-Se basan en contenidos curriculares fijados como pautas abstractas que permiten a los editores, una industria muy floreciente, imponer su inercia. Dos países como Finlandia y España tienen normas curriculares muy semejantes. Pero la diferencia está en lo que sucede realmente en las aulas, el contraste es abismal. Me temo que el pacto educativo entre PSOE y PP se quede en una operación de cosmética y no afronte la mejora profunda de los contenidos, que es algo mucho más trascendental que centrar el debate en la asignatura de Ciudadanía.

-A los contenidos se les unen ahora los tecnológicos: la pantalla digital, el ordenador,...

-Suponen recursos que abren posibilidades extraordinarias. Pero me temo que su uso sin buenos métodos puede agravar algunas de las carencias. Lo audiovisual tiende a conceptos y mensajes cortos, y hace falta que los niños también interioricen la cultura del párrafo largo, ser capaces de mantener la concentración y el estudio sobre conceptos más elaborados, que para muchas materias es algo imprescindible en su comprensión.

-¿Cómo entró en la adopción?

-Me encargaron en 1998 un programa de familia y adopción, que se ha convertido en la principal referencia en muchas comunidades autónomas. También superviso la fiabilidad de los programas de seguimiento a los niños y a los adoptantes. En general, la integración y la evolución es positiva. España ha vivido el boom de la adopción internacional. En pocos años han llegado 40.000 niños de otros países. La mayoría traen muchas carencias físicas, emocionales y de conducta. Les cuesta hacerse querer, transmitir afecto, a veces son como bloques de hielo, o, por efecto pendular, posesivos al extremo.

-Parece un tema tabú hablar de los abandonos de niños adoptados.

-Al parecer, el 1,5% de los niños extranjeros han sido transferidos a la tutela de la Administración. Seguro que son más, pero ya sólo eso indican que hay 600 niños que han sufrido un doble abandono: de su familia biológica, y de la adoptada. Eso es tremendo. Hay más familias que lo pasan mal pero no tiran la toalla respecto a sus problemas propios. Pero la mayoría de las adopciones son un éxito y no olvidemos que muchos padres biológicos lo pasan fatal con sus hijos porque no son capaces de encauzarlos y dominarlos.

-La nacional parece eclipsada.

-La adopción internacional ha sido tal fenómeno, situándose España líder mundial, que el Gobierno la consagró en 2007 con una ley específica, lo que me parece innecesario y un error porque se desaprovechó la oportunidad para reestructurar todo el sistema de protección de menores. El otro tsunami social es el de los menores no acompañados que llegan con la inmigración ilegal, con o sin pateras, y por ser menores no pueden ser repatriados. Pero lo que está oculto, invisible, y es una situación escandalosa es el contingente de los niños españoles cuya tutela ha sido asumida por el Estado ante los problemas en su familia biológica. Hay 15.000, y el 80% está en instituciones y sólo el 20% con familias de acogida, cuando lo necesario es que todos estén con familias. En Andalucía, en el año 2008 entraron unos 3.000 niños en el sistema de protección de infancia andaluz. De ellos, 2.400 fueron a instituciones y 600 fueron a familias. La misma proporción de 80 a 20. Un escándalo, en mi opinión. El ser humano, genéticamente, está conformado en su infancia para una vida constante en un núcleo familiar, y recibir (y dar) un afecto personalizado. Eso es imposible en el internamiento de un centro de menores por acogedoras que sean las instalaciones.

-Quizá la población lo rehuye porque los asocia a los sucesos violentos y los ambientes marginales que sí son de nuestro mundo.

-Sí, hay algo de eso. Y han hecho mucho daño las tres o cuatro sentencias de gran impacto mediático que dictaban el retorno de los hijos con sus padres biológicos. Son casos excepcionales pero han creado inseguridad sobre los procesos de adopción nacional.

Pero lo que más falta hace son familias de acogida para tener a esos niños ocho o diez meses, no toda la vida. Una labor de tránsito muy importante para que esos niños comiencen a ver reparados sus quebrantos emocionales y de convivencia. Y el problema es que las instituciones no se esfuerzan en buscar a esas familias, como sí ocurre en otros países. Y claro que las hay dispuestas a esa labor. Los españoles son solidarios, véase en Sevilla cuántas familias acogen varios meses a niños saharauis o bielorrusos. Es un gran fracaso no lograr que todos los niños que necesitan salir de una familia vayan a una familia de acogida en lugar de a un centro de internamiento.

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