Los trabajos de restauración de la iglesia de Santa Catalina están dejando imágenes curiosas como la que acompaña este texto: las costillas de sus techumbres al descubierto, lo que facilita la comprensión para los profanos en la materia de las formas constructivas del pasado de la ciudad.

En estas obras que han empezado por las cubiertas, principal problema del templo mudéjar declarado Monumento Nacional en 1912, el arquitecto Francisco Granero ya avisó de que se haría todo lo posible por mantener los elementos estructurales antiguos, pero que la acción de la humedad, la falta de ventilación debido a intervenciones poco afortunadas y los parásitos durante siglos habían realizado una labor de zapa que no se podía obviar y que recomendaba realizar ciertas sustituciones. Ahora, el color de la madera nueva delata cuáles son las vigas que se están cambiando.

En una visita realizada a principios de esta semana, el arquitecto y directivos del grupo Bellido -la prestigiosa empresa especializada en intervenciones patrimoniales- han comprobado el buen ritmo con el que se están desarrollando los trabajos. Según el técnico, la previsión para finalizar las obras es a mediados de septiembre, antes de que vuelvan las lluvias.

Francisco Granero conoce las cubiertas de Santa Catalina como la palma de su mano después de haber realizado un detalladísimo estudio sobre los problemas y patologías que sufrían, como ya publicó este periódico. Después de desmontar teja por teja (que han sido conservadas para su posterior recolocación) y de instalar un techo provisional que se adaptó como un guante a las viejas cubiertas ahora tocan los trabajos necesarios para garantizar la conservación e impermeabilización de la estructura. Una ardua labor en la que se están invirtiendo algo más de un millón de euros financiados por la Junta de Andalucía (403.650 euros) y el Ayuntamiento de Sevilla (705.000 euros).

Otra cosa será la restauración integral del monumento. Desde hace tiempo, Junta, Ayuntamiento e Iglesia han insistido en la necesidad de que la iniciativa privada se moje en el proyecto. Aunque todavía no se ha finalizado el proyecto de intervención y no se conoce el presupuesto (que se presume alto), todo indica que Santa Catalina será una víctima más de la crisis. En Santa Catalina, se ha perdido demasiado el tiempo.