Para un mismo problema, distintas soluciones, diversas causas que lo originan y múltiples aspectos sobre los que depositar el foco de atención. Tantos como puntos de vista tengan los sujetos que opinen sobre él. Salvo si se trata de violencia machista. Ahí, el problema, la solución y el foco continuamente es el mismo: la mujer.

La violencia machista -por desgracia- vive estos días un mayor protagonismo del habitual. El juicio al grupo de bestias que hace dos años violaron a una joven en los San Fermines tiene en vilo a toda la sociedad y a raíz de él muchos son los que se han aventurado a opinar al respecto. Algunos no han dudado en cuestionar a la joven preguntándose el porqué de su soledad a altas horas de la madrugada o el porqué no dijo 'no' ante una situación de la que no quería participar. Ellos, al igual que los energúmenos que la violaron, merecen juicio aparte. Por suerte, también muchos colectivos e instituciones públicas han aprovechado la coyuntura del momento para reforzar las campañas contra la violencia machista o lanzar mensajes que ayuden a su prevención.

Con la mejor de sus intenciones -cualquier campaña que se haga para terminar con esta forma de terrorismo es poca- los mensajes que lanzan se centran en lo mismo. Sólo hay que ver los spots con los que la Junta de Andalucía o el Ministerio de Igualdad buscan mostrar a las mujeres qué es violencia en una relación. Ella, la víctima, debe tomar consciencia de su situación. Además, su entorno debe estar alerta para prevenirla en el momento en el que eso ocurra. ¿Y ellos? ¿Por qué a los verdaderos causantes del mayor de los problemas a los que se enfrenta la mujer en el siglo XXI no se les lanza ningún mensaje? Díganles que 'no' es 'no', con palabras y con el cuerpo; que los celos no son amor; que controlar es sinónimo de posesión y a las personas no se las posee; que a una mujer no se la agrade ni se la acosa, no porque pudiera ser tu madre, tu hermana o tu hija, sino porque es una persona, como tú. Enseñen a los hombres a serlo, y eviten que se conviertan en monstruos. No intenten que la solución la ponga la víctima, que ya bastante tiene con serlo. Destruyan al verdugo y sólo así se acabará la lacra.

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