Francisco Andrés Gallardo

Koening

Visto y Oído

19 de julio 2017 - 02:34

Espacio 1999 le ganó la partida aquí a Star Trek, la saga de ciencia ficción por excelencia. Mr. Spock hablaba en España con acento neutro latinoamericano y aparecía a saltos hasta que recaló a las cinco de la tarde en los domingos de Tarde para todos (1972-1974). Aquellos padres del Carrusel deportivo de boquillas Tar Gard, bigotudos y nicotínicos, se reían del tipo de las orejas en pico y Star Trek,titulada La conquista del espacio, era una rareza que competía con las siestas en blanco y negro. Sin embargo los británicos tripulantes de la luna errante aparecieron en las tardes de los jueves de Un globo, dos globos, tres globos, sin competencia ni vigilancia adulta. Los niños de la transición soñaban con pistolas de rayos láser y un futuro de pasillos de Kubrick y vestimenta en pijama. Era 1977, el año de La guerra de las galaxias. En la tarde infantil se emitió la segunda temporada de Espacio 1999 donde los humanos recalaban en planetas lleno de monstruos de corchopán. Por delante, con chupa verde (para nosotros, sin colores, gris), el capitán Koening. La serie de Sylvia y Gerry Anderson, los también creadores de las marionetas de Guardianes del espacio, venía de una remodelación. De la metafísica de la primera temporada, como heredera de Star Trek, se pasó a un tono de western alienígena al que se le vino a sumar un personaje popero, Maya, que se transfiguraba en cualquier criatura.

Espacio 1999 era pretenciosa, envejeció a borbotones, pero estaba en el momento indicado con la generación indicada para convertirse en emblema idílico de las aventuras siderales. El otro día se nos murió Martin Landau, el actor que daba vida a aquel capitán Koening que venía de Misión imposible junto a su esposa Barbara Bain, convertida en la base espacial en la doctora Russell, icono materno-sexual para sus espectadores infantiles. 1999 sonaba a futuro y ahora es pretérito anterior. Landau nos recuerda que Koening sigue siendo aquel astronauta que aún, en el fondo, aspiran a emular aquellos niños alimentados con meriendas de pastelitos y grasas saturadas.

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