Juan Ruesga Navarro

A contracorriente

Fragmentos

El tiempo no se detiene y debemos aceptar que tenemos que realizar nuestra propia tarea

16 de octubre 2017 - 02:35

Anuncian desde el Consejo General de Hermandades y Cofradías de la ciudad de Sevilla que el próximo Martes Santo las procesiones van a pasar por la carrera oficial en sentido contrario al del resto de los días de la Semana Santa, al contrario de como circulan desde el siglo XVII. Una decisión notable para una cuestión que viene de muy antiguo y que de repente nos aparece como modificable por el acuerdo de una serie de personas, pocas, aunque con responsabilidades en la organización de toda la Semana Santa. Interesante cuestión. Si se puede cambiar algo, ¿se puede cambiar todo?

Cuando los sucesos se repiten año tras año los convertimos en tradiciones. De las que no queremos conocer los orígenes, quizás para estar más cómodos en la fascinación que nos produce, y no tener que preguntarnos: ¿por qué? Hasta la realidad más vulgar queda ennoblecida por el paso del tiempo, que dota de interés y poesía las cosas y sucesos más comunes. Cuanto más alejados en el tiempo los sucesos, más fascinantes nos parecen. Pero el tiempo no se detiene, ni tan siquiera en las tradiciones y, lo queramos o no, debemos aceptar que pertenecemos a generaciones sucesivas que debemos realizar nuestra propia tarea. Todo debe tener una medida, un equilibrio. Nada es veneno y todo es veneno, decían los antiguos alquimistas. En esta tensión entre el pasado y el presente se debate nuestra cultura. Y si hay una expresión de ese equilibrio, al menos hasta hace unos años, es en las procesiones de Semana Santa.

En Sevilla, se respira con exceso una actitud nostálgica, una mirada hacia atrás. Una ciudad perdida en un sueño de recuperación del pasado. Una ciudad ensimismada, en expresión de Alberto González Troyano. Una ciudad que no supo, no pudo o no quiso que desarrollaran su obra Pablo de Olavide, Blanco White, Gustavo Adolfo Bécquer, los hermanos Machado, Luis Cernuda y otros muchos. Una ciudad en la que el peso de la tradición se impone, y abarca desde enero, con la Cabalgata de los Reyes Magos hasta junio, con el Corpus. Una ciudad que deja poco resquicio a la innovación, que debe moverse entre la marginalidad y la singularidad a lo sumo.

Y de repente se toma una decisión, por quien la puede tomar, desde luego, que nos permite replantear casi cualquier cosa en nuestra ciudad. Si se puede cambiar el sentido del desfile de las procesiones de Semana Santa en Sevilla, a lo mejor se pueden cambiar más cosas. Pero cualquier cambio, por pequeño que sea, produce alteraciones imprevistas. Es la teoría del caos. Aclaremos que la palabra "caos" no es desorden, sino un orden complejo. Por ejemplo: durante años y años los pasos de la Semana Santa de Sevilla se han compuesto de manera que la disposición de imágenes y figuras favorecieran el lateral derecho del paso, considerado en el sentido del desfile. La vista del lateral derecho era la preferente, porque era la que se mostraba a los palcos del Ayuntamiento. Ahora los pasos del Martes Santo darán el lateral izquierdo. ¿Bueno y qué?, me dirán. Pues que es un cambio. Y los Cristos Nazarenos llevan la cruz en el hombro izquierdo. Piensen.

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