Juan Ruesga Navarro

Los nombres de las calles

Fragmentos

27 de febrero 2017 - 02:35

La historia de una ciudad está en los nombres de sus calles y plazas. Recientemente, entre los cambios de nombres por la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica y los cambios propuestos desde diversas instancias sevillanas, el resultado es que cambiamos los nombres de las calles de la ciudad demasiado a menudo. O al menos esa es mi sensación. Y muchos de esos cambios son faltas de respeto a la historia de nuestra ciudad. Conocer esa historia para respetarla. Y respetar la toponimia, el nombre de los lugares de una ciudad, como el Arenal y la Barqueta. Nombres que a veces se imponen sobre las propuestas de los gobiernos locales: la Pasarela. Todo el mundo en Sevilla sabe donde está y por qué se llama así. Menos los callejeros oficiales donde figura como Plaza de Don Juan de Austria.

El respeto a los nombres de las calles nos sirve para poder identificar con facilidad que en la calle de Acetres está la casa de Luis Cernuda, que ahora afortunadamente está en trámites de conservarse. Por cierto ¿saben lo que es un acetre? Lo he mirado en el diccionario. Además de una palabra preciosa de origen árabe, nombra a un caldero pequeño con asa utilizado para sacar agua de las tinajas y también al recipiente pequeño para el agua bendita donde se introduce el hisopo. Sí, porque las palabras que rotulan las calles no son vacías ni aleatorias. Nos cuentan quiénes somos y cómo se hizo la ciudad. Julio César, Trajano, Adriano. Nos recuerdan oficios como Alfarería, Alcaicería, Cerrajería, Boteros y Odreros. Como Chapineros y su vecina Chicarreros, donde se hacían los chicarros o zapatos de niño. Las que nos señalan que en un tiempo, antes del descubrimiento de América, venían mercaderes de todas partes del Mediterráneo a Sevilla, como la calle de los Francos y la de los Placentines. Y que una calle principal de la ciudad se llamaba Génova, antes de convertirse en la Avenida. Calles que nombran productos de primera necesidad en una ciudad y que allí se podían conseguir, como Pan, Aceite, Carbón, Alfalfa. Y aquellas que son nombre y enclave desde su creación, como la Alameda.

Las hay que empiezan con la palabra Pasaje, como Pasaje de Andreu, Pasaje de Vila, Pasaje de González Quijano, que nos indican calles de nueva apertura, que sirvieron para acceder al interior de manzanas extensas o cerradas y labrar nuevas viviendas o almacenes como en el Pasaje Mallol. Otras cuentan un proceso de urbanización como Marqués de Nervión. Y crean lugares como la Gran Plaza. Un cronista oficial de Sevilla, Luis Montoto, rotula con su nombre una antigua calzada romana, llamada durante generaciones calle Oriente, ya que mira al sol de la mañana. En los últimos tiempos son notables algunos aciertos en el callejero, como en Los Remedios, Los Pajaritos y La Candelaria, y otros, en los que el nombre de una calle nos sitúa en el plano de la ciudad. Ahora, este trajín de quitar y poner nombres de calles siento que nos debilita como ciudad.

stats