Juan Ruesga Navarro

Un paseo por San Bernardo

Fragmentos

Desde el soterramiento de las vías del tren San Bernardo es muy buen sitio para vivir

12 de febrero 2018 - 02:32

Me gusta el barrio de San Bernardo. Es un barrio histórico de la ciudad y, desde el soterramiento de las vías del tren, un muy buen sitio para vivir. Y un camino agradable para ir de los Jardines de Murillo hasta la Buhaira. Pero no siempre fue así. Primero el arroyo Tagarete y después las vías del ferrocarril cortaban la ciudad en dos, con las tapias de ladrillo rojizo a ambos lados, tras las cuales se veían torres y edificios como en un cuadro de Chirico o Sironi. Para ir desde el centro hacia la Cruz del Campo, la Gran Plaza o el Cerro del Águila había que cruzar por tres puentes: el de la calle Oriente, el de la Puerta de la Carne o el de la Enramadilla. También existía un pequeño paso bajo las vías desde la plaza de delante de la Estación de Cádiz hasta el barrio, hasta la calle San Bernardo, que utilizábamos a menudo para acortar los recorridos. El barrio mantenía un cierto aislamiento y eso le daba una identidad de viejo arrabal que mantuvo casi intacta hasta los años 60 del pasado siglo. Y además estaban las instalaciones ferroviarias que tanto nos fascinaban de niños.

Todo eso comenzó a cambiar con la riada del Tamarguillo en 1961 y el Plan General de Ordenación Urbana de 1963. La riada deterioró las edificaciones, ya antiguas, y el plan urbanístico congeló la construcción de nuevas edificaciones y obras. Los planificadores observaron el lugar central de San Bernardo en la nueva dimensión proyectada para Sevilla y proyectan en los terrenos del barrio una gran zona comercial. Y aunque el plan no llega a realizarse, porque El Corte Inglés y Galerías Preciados se instalaron en el Duque y la Magdalena, respectivamente, el daño al barrio es grande al no concederse licencias de obras durante casi dos décadas. En 1971 una modificación del Plan General permitió un triple movimiento. La Feria se trasladará a Los Remedios y el Prado se convertirá en un lugar libre para edificar los previstos centros comerciales en San Bernardo. Donde se podrán edificar nuevas viviendas en una operación pura y dura de renovación urbana, sobre un caserío que ha perdido todo su valor por el deterioro ya mencionado. Tabla rasa de lo existente y nuevos edificios para otras rentas, más acordes con su posición privilegiada en la ciudad. El Colegio de Arquitectos y otros movimientos ciudadanos, como los cooperativistas del propio barrio, inician una fuerte campaña para defender el Prado y San Bernardo, que permite paralizar todo aquello. Solo tras la llegada de la primera corporación democrática, en 1979, empiezan a autorizarse algunos edificios de viviendas en el barrio y posteriormente, y tras muchas idas y venidas, se realiza el ajardinamiento del Prado.

Todo esto es historia y parece que nunca podrá volver a suceder, pero yo no estaría tan seguro. De momento les invito a recorrer la calle Campamento, donde una parcela calificada de equipamiento escolar está convertida en un aparcamiento y donde aún permanecen algunos restos de las instalaciones ferroviarias, como los antiguos depósitos de agua y los restos del tinglado de locomotoras. Y no me gusta.

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