José Joaquín León

Amigo que vuelve

las dos orillas

22 de enero 2012 - 01:00

SERÁ el próximo jueves, día 26, cuando el cardenal y arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, reciba el I Premio Manuel Clavero en el Real Alcázar, en un acto organizado por Diario de Sevilla y la Fundación Persán. No es sólo la entrega de un primer premio, dedicado a resaltar valores, que lleva el nombre de nuestro don Manuel, uno de los andaluces esenciales del siglo XX. Es también un acto con el que se reconoce un periodo importante de la Iglesia en Sevilla, el que marcó el definitivo tránsito del nacionalcatolicismo a la democracia, aunque algunos dicen que aún no hemos salido. No comprenden que tenemos una democracia sagrada, al sevillano y pontificio modo.

Este Amigo que vuelve a la actualidad como fray Carlos es el que ahora se encuentra en esa reserva activa en que dejan a los cardenales eméritos, una vez jubilados. Suele ocurrir que son trasladados de su diócesis, como para no molestar al nuevo arzobispo. No digo que incomodara a monseñor Asenjo, no, sino que el Vaticano, con la experiencia de los siglos, procura que cada periodo tenga su propio pastor; y el anterior es un pastor jubilado a los 75, de otro tiempo, sin el cual por cierto no se explicaría el presente. Eso no significa que se le menosprecie, sino que un cardenal emérito pasa a la consideración de ser historia en vida, algo que no se da en la vida ciudadana de la ciudadanía, que no es como la vida eterna de la Iglesia.

Este Amigo que vuelve es el mismo del báculo magefesa, que dijo el poeta del recuadro, enriquecido y repujado con unos años de más. El mismo que aguardaba en Palacio el momento de irse a un piso de Madrid. Es también el mismo de aquellos años dorados anticrisis de los 80, los 90, y los 00 (que suena a cerveza sin de Cruzcampo). Es el mismo del episodio de San Telmo, de los curas rojos del SOC de Diamantino, de los curas de cara al sol que también había, y el que entró en un Cabildo Catedral donde ejercían pesos pesados del arte de la púrpura. Es el mismo del boom de las cofradías con las bullas y su reconversión histórica, con la entrada de las nazarenas y tantas cosas que parecían imposibles y hoy están asumidas.

Este Amigo que predicaba con voz como de la radio de antes, capaz de mantenernos despiertos en el pontifical de la mañana de la Virgen de los Reyes, tuvo que aguantar todo lo que debe aguantar un arzobispo en Sevilla, que es mucho, quizá demasiado. Y lo hizo con un criterio abierto, que supo entenderse con alcaldes de tres colores (verde, rosita y azul), que supo predicar y además dar trigo y uvas, no sólo en Corpus. Este Amigo le dio un aire de airear la Iglesia de Sevilla. Cada tiempo tiene su aire, y el suyo fue el de ayer, pero no es el del pasado, porque Dios vive en la ciudad y es eterno.

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