Juan / Moya / Gómez

Banalizar lo sagrado

Cruz alzada

23 de febrero 2010 - 01:00

CAUSAN cierta desazón, por no decir preocupación, las conclusiones que pueden extraerse de los temas planteados por los internautas al presidente del Consejo en el encuentro digital de la semana pasada.

Cierto es que a estas alturas no esperaba, ni espero, que alguien pudiera formular en ese foro una pregunta relacionada con los planes de formación o de caridad de nuestras hermandades, que constituyen, no lo olvidemos, dos de nuestros tres fines primordiales. Pero a buen seguro estarán conmigo que, de ahí, a constatar que las máximas preocupaciones de nuestros cofrades pasan primordialmente por la Campana y el mercadeo de las sillas, media una insalvable distancia que no es sino la confirmación de hacia dónde avanza peligrosamente nuestra Semana Santa.

Diariamente asistimos a anuncios de congresos nacionales e internacionales de bandas de música, concursos de fotografías, exposiciones de artesanía cofradiera, presentación de carteles… que, sin estar demás, van a confluir en un escenario en el que apena observar cómo los cofrades somos incapaces de manifestarnos unánimemente en defensa de nuestras creencias y denunciar los ataques internos (léase el último esperpento danzarín a los sones de Virgen del Valle) y externos que sufrimos. En demasiadas ocasiones ni estamos ni se nos espera.

Casi sin darnos cuenta hemos ido abandonado el respeto a nuestras imágenes para quedarnos con lo superfluo; potenciamos el culto externo y las banalidades que lo rodean a costa de desatender la asistencia a los internos -en claro declive incluso en las hermandades y cultos más señeros de nuestra ciudad-, acudimos a los besamanos y besapiés no para reverenciar a nuestras Imágenes sino para deleitarnos con el montaje de los altares, y estamos más preocupados en conocer el recorrido de la nueva carrera oficial que en implicarnos en las necesidades que nos acucian. Bueno sería que en el escenario en el que nos encontramos, ahora que todavía podemos enderezar lo andado, nos detuviésemos a reflexionar qué camino queremos tomar y qué Semana Santa queremos legar a las generaciones venideras.

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