Carlos Colón

El Barbie-Laredo

La ciudad y los días

05 de julio 2008 - 01:00

POLI bueno, poli malo. Todos lo hemos visto en las películas policíacas, en las que los interrogadores se reparten los papeles: uno le da de mamporros al interrogado, le pega una patada a la silla y lo tira al suelo, lo coge por los pelos y le abofetea, le chilla en la cara hasta dejarle medio sordo y atontado; el otro, que lo observa todo apoyado en la pared y con los brazos cruzados, aprovecha la pactada salida del poli malo para acercarse con gesto amable al interrogado, ponerle un cigarrillo en los labios tumefactos, apoyar una mano en su hombro y animarle con tono conciliador a que cante para poner fin a ese sufrimiento innecesario.

De forma parecida tratan a Sevilla. Un día hacen la vista gorda ante la destrucción del Laredo -histórico local decorado por Juan Miguel Sánchez- que está justo frente al Ayuntamiento y en un edificio de propiedad municipal, y otro le dan un premio a El Rinconcillo para "distinguir y agradecer la actividad de pequeñas y medianas empresas, que con su continuidad y permanencia están incentivando el crecimiento de la ciudad y apoyando al turismo que la visita". Muy bien dado el premio a El Rinconcillo y a su propietario, Carlos de Rueda Ordóñez, porque el más antiguo local de Sevilla, además de uno de los más bellos y auténticos, se merece todos los premios por su fidelidad a sí mismo y a la ciudad. Pero en vez del premio Gotas de Sevilla a la trayectoria ciudadana, que se concederá dos veces al año y valorará, dentro de cualquier actividad, "la antigüedad, la continuidad y permanencia y la positiva difusión de la imagen de Sevilla en su propio entorno y en el contexto nacional e internacional" debían haberle dado el premio Superviviente en condiciones extremas, Resistencia heroica o Salvado por los pelos por haber logrado sobrevivir, resistir y salvarse en una ciudad en la que el Patrimonio conoce un grado de desprotección real escandaloso.

Es una broma de mal gusto que el mismo Ayuntamiento que tolera la destrucción del Laredo -con el numerito vergonzoso de la tardía, patética e inútil protesta retórica del señor delegado de Cultura- cree un premio para reconocer la importancia que los locales históricos tienen en la difusión nacional e internacional de la imagen de Sevilla. Incluso a través de una campaña de publicidad internacional que lo utilizó como imagen, el difunto Laredo cumplía sobradamente todos los requisitos del premio… Hasta su destrucción y conversión en la hortera pesadilla Barbie-azulejera que hoy es: una idea caspo-neosevillana de lo lujoso que haría las delicias del Scorsese de Casino.

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