EL TIEMPO Llegan temperaturas de verano a Sevilla en pleno mes de mayo

Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

'Best seller'

COMO el torero que recibe a porta gayola o como la esposa que entre los visillos ve llegar al marido que se marchó a por tabaco años atrás. O, más bien, como una madre en una reconciliación que se hacía esperar, con la puntera del zapato repicando sobre el parqué, Ana Rosa recibía el otro día a Belén Esteban para que la madre de Andreíta hablara… de su libro. Tiemblan Azorín y Pío Baroja allá donde tengan sus osamentas. Ana Rosa la estaba esperando.

Belén regresaba al plató de la mañana como si en estos cinco años de exilio hubiera estado en Somalia. Se sobrecogía como si no hubiera pertenecido a Mediaset durante todo este tiempo. Pero no, porque Belén Esteban sintetiza las moléculas esenciales de Telecinco: chismorreo, patinillo, conflicto y reality. "He ganado 18 kilos", anunciaba ufana de su mejoría de salud. Gana kilos en los muslos como su cadena en los intermedios a costa de ella.

La matriarca matinal se disfrazó de madrastra para hablar de su criatura, como si el profesor Higgins hubiera sido abandonado por una Pigmalion afanada en ser barro londinense. Y chinchaba a su pupila sacándole todos los trapos que podía del armario, "cocaína", "Fran", "palmera de chocolate como cena". "Eres muy burrita", le espetó con dulzura de suegra enojada. Ana Rosa trató a Belén como a una adolescente que no termina de aprender en la vida y, de paso, apretujaba cualquier titular que pudiera reservarse para otro día la contertulia de Boris Izaguirre (el autor de esa entrevista encuadernada en best seller). Belén habla en su libro hasta de los picores sexuales de sus parejas y a eso no iba a renunciar la reconciliada matinal, quien seguía atizando: "tú no te has ido cayendo en la vida, tú te has ido tirando por el precipicio".

Y del fondo del barranco Telecinco recupera una vez más el cuerpo de su princesa abisal. Catorce años de vida televisada entre reproches y despechos. Belén es la vecina espiada que siempre reconforta en su desairada desgracia.

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