Juan Ruesga Navarro

Buenas prácticas

20 de julio 2015 - 01:00

LOS nombramientos de altos cargos de dirección en instituciones culturales de primer orden como el Alcázar de Sevilla y los anunciados en la Alhambra y el Centro Federico García Lorca en Granada, plantean claramente que existe una creciente distancia, al menos aparente, entre el pensamiento general de la sociedad de la necesidad de mayor transparencia y rigor en la toma de decisiones de lo público, y los hábitos de nuestros gobiernos locales y autonómicos.

Tengo que reconocer que ha causado más inquietud en Granada que en Sevilla las noticias de los nuevos nombramientos directos a los que hago referencia. Las redes sociales han demostrado su eficacia y ya se ha presentado un primer manifiesto, que he suscrito, pidiendo un procedimiento abierto y público para los nombramientos. Y el rechazo no es a las personas designadas, que en el caso del nuevo Alcaide del Alcázar es una persona, en mi opinión, de probado sentido de lo público, sino al procedimiento directo o por acuerdo de pactos, que dan la impresión de reparto de cargos y prebendas.

Los tiempos han cambiado, desde una España en la que había que inventarlo todo, empezando por una Constitución. Y la tarea ha sido muy relevante en la creación de instituciones culturales, tan necesarias. Transcurrido el tiempo, estamos en otro país, como dijo el poeta. Ahora ha quedado claro que las administraciones deben dar ejemplo a toda la sociedad en el proceso de toma de decisiones. Y nada menos que la Corona se ha puesto al frente de dicho cambio.

En la sociedad actual se han producido numerosos debates en torno a la gestión pública y a la forma de elegir a los responsables de las instituciones, así como la forma mejor de conceder encargos y contratos. Todos esos debates concluyen en adoptar un sistema que garantice el rigor, la profesionalidad y la transparencia del proceso. Cualquier administración que se propone renovar o crear una institución cultural de primer orden, museo, teatro, orquesta, centro dramático, recinto monumental, etc. como primera buena práctica debe establecer el proyecto artístico que se quiere afrontar, que fijará su identidad.

Y la fórmula de gobierno de estas instituciones está inventada: patronato, dirección y equipo técnico. El patronato tiene funciones científicas, económicas y administrativas. De forma natural estará compuestos por un tercio de representantes de la administración, otro tercio de representantes de la sociedad civil y el tercio final constituido por expertos y científicos. Y velará por el cumplimiento del proyecto artístico. Para la selección del director de estas instituciones el procedimiento sin duda es el concurso mediante convocatoria pública y abierta y con alcance internacional y con el nombramiento de un jurado representativo y riguroso en su composición. Y finalmente todo con un tiempo limitado. Suficiente para llevar adelante el proyecto encomendado, y limitado para evitar los personalismos en la gestión. Creo que no es tan complicado. Transparencia, méritos, incorporación de nuevas generaciones de profesionales allí donde estén. Y luego a trabajar.

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