Eduardo / Osborne

Ceniza

Paisaje urbano

18 de febrero 2015 - 01:00

PARA los capillitas de mi generación, el Miércoles de Ceniza era la inauguración del tiempo que más nos gustaba, que más esperábamos. Era la fecha exacta en que las radios daban comienzo a las emisiones de sus programas nocturnos y asistíamos en masa al concierto de marchas en el patio del rectorado de la Universidad. Las tardes más largas de marzo aprovechábamos para acercarnos a las iglesias cercanas (Santa Cruz, San Isidoro, El Salvador…) para, con suerte, ver a las primeras imágenes montadas sobre sus pasos. Por las noches, nos quedábamos en los bares hasta las tantas en tertulias donde se hablaba mucho de cofradías y poco de hermandades.

Teníamos, por así decirlo, un concepto más estacional de la Semana Santa, y como diría el poeta, más heredada que aprendida. Aunque la liturgia extiende la cuaresma hasta la celebración de la pascua, la nuestra llegaba en verdad hasta el Domingo de Ramos, y a partir de ahí la semana se nos escapaba de las manos hasta que entraba la Soledad (los más jartibles se iban a ver salir el Resucitado), cuando quedábamos absolutamente abandonados, como tan bien describió Carlos Colón en su espléndido pregón. Creíamos que todo estaba inventado, y nos afanábamos en descubrir lo que no sabíamos, que era mucho, en lecturas como aquel librito de Isidoro Moreno que tanto nos impactó. Yo creo que por eso siempre hemos sido tan refractarios a los cambios, a las novelerías que tanto abundan ahora.

No sé si es sólo una percepción mía, pero recordando todo aquello me cuesta reconocerme en los modos de hoy. El tiempo se ha como diluido y diríase que la ceniza en la frente ya no es inicio de nada, sobre todo porque para muchos, demasiados, todo el año es cuaresma. A diario nos enteramos de noticias relacionadas con las hermandades, casi siempre desagradables, y hay un afán desmedido por protagonizar efemérides irrelevantes, no importa la época, desafiando al sentido común. En demasiadas ocasiones, lo accesorio se superpone a lo principal. Ahí tienen al consejo de cofradías, convertido en objeto constante de chismes y cotilleos.

Probablemente sean estos los tiempos que nos han tocado vivir y nada volverá a ser como antes. Yo en cualquier caso renovaré esta tarde el ritual de la ceniza en mi hermandad, que además está de quinario, y deseando estoy sacar la papeleta de sitio. Las cosas pequeñas, también aquí, pueden ser las más importantes.

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