Carlos Colón

Desahogos castizos

La ciudad y los días

13 de diciembre 2008 - 01:00

ESE brazo incorrupto del desarrollismo aperturista del franquismo que se llama Fraga Iribarne ha hecho una interesante contribución dialéctica al alto tono de nuestro debate político, caracterizado como es bien sabido por su carácter reflexivo, argumentativo y respetuoso para con las ideas de los oponentes, al afirmar que habría que "colgar de algún sitio" a los nacionalistas. Ya conocen ustedes la frase. Con ello replicaba a la también conocida exclamación de Tardà "muerte al Borbón". Así que aquí tenemos a un anciano político de la derecha que desearía ver colgados a los nacionalistas y a un maduro político de la izquierda republicana que vitorea muerte al Rey.

Si metiéramos a los dos en una licuadora, el espeso y rojo zumo que saldría podría llamarse España. La peor España, desde luego; pero también la más castiza, racial y tradicional, tanto en sus manifestaciones conservadoras como progresistas, de derechas y de izquierdas, españolistas e independentistas. Lo mismo da. Esta españolidad castiza les une más de lo que puedan separarles las diferencias ideológicas.

Afortunadamente estos energúmenos son muy ancianos o muy pocos. Afortunadamente hay que pensar que se trata de peleas en broma, como los duelos de fandangos entre Juanito Valderrama y Dolores Abril, y que ni uno colgaría a los independentistas ni el otro mataría al Borbón. Y afortunadamente la derecha y la izquierda actualmente mayoritarias, representadas por el PP y el PSOE que elección tras elección alcanzan más del 80 % de los votos, están distantes de este gusto retórico por colgar y vitorear a la muerte. Pero lo dicho está dicho, siempre hay algún imbécil dispuesto a tomarlo en serio, el debate político nada gana y mucho pierde con estos excesos y la clase política queda manchada por estos desahogos.

El momento que vivimos exige justo lo contrario. Al hilo de un informe sobre la juventud española, según el cual sólo el 18% de los jóvenes se declara interesado por la política, escribía ayer que este desinterés conduce necesariamente a la pasividad o la violencia. Los espectáculos que un día sí y otro también protagonizan nuestros políticos en nada ayudan a que los jóvenes se sientan atraídos por la transformación de la sociedad a través de la política; y a que valoren positivamente la democracia que tantos trabajos y sacrificios ha costado traer a España. Todos los partidos, no sólo los mayoritarios, deberían anotar en sus agendas como lo más importante devolver a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, el interés por la política y la confianza en las instituciones.

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