La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
La ventana
TEÑIDOS de negro luto los Alcores, desde El Viso hasta Alcalá, esa loma será festoneada por la banda sonora más lúgubre. Doblan desde ayer todas las campanas de los Alcores por la muerte de uno de sus hijos más preclaros. Nos ha dejado Manolo Mairena, el último poseedor de los rajos gitanos de una fragua inigualable. Heredero directo de su hermano Antonio, Manolo tuvo en su garganta la llave del cante porque quería, sabía y podía, pero la vida está compuesta de caminos inescrutables. Manolo, que era católico, bético y sentimental, se rompía por dentro cada mañana de Viernes Santo cantándole a la Macarena desde el balcón de Enrique Pavón vestido de nazareno de los Gitanos. Manolo no partía peras a la hora de defender la memoria y el legado de su hermano, pero hacía ya un decenio que estaba aquí como de prestado y sin ganas de estar.
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