Luis Carlos Peris

Dulce paliativo para la tristeza

La ventana

27 de febrero 2012 - 01:00

BELLÍSIMA la auténtica Madre de Dios vestida de hebrea en su casa junto al Arco, siempre acompañada por su particularísima guardia de corps que compone gente de todas las edades, y fuera no se veía ni siquiera esa amenazadora boina negra que nos circunda desde que se empezó a echar de menos la lluvia. Era una mañanita de domingo que auspiciaba una gran tarde de paseo, una más, con las calles desiertas y ese puré de guisantes que te dejaba sin horizonte. Íbamos a darle tierra al pobre de Juan Mauduit, ese brillante abogado que una vez presidió a su club de toda la vida, el Real Betis Balompié, cuando en él jugaba gente como Esnaola, Cardeñosa o Gordillo. Y la mañana estaba acorde con la misión que nos llevaba al camposanto, triste como ella sola pero que se nos iluminaba pensando en aquello que habíamos dejado en la Basílica, con sus ropas de hebrea y su cara de Gioconda a lo divino.

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