Carlos Colón

Ganaron los malos

la ciudad y los días

15 de enero 2012 - 01:00

SOBRE el principal imputado confeso por el asesinato de Marta del Castillo se ha dictado una condena de 20 años de prisión. Habrá que ver en cuantos se quedan al final. Leo que en 2014 podría pedir su primer permiso. Los otros han resultado absueltos. La sentencia considera probado que Carcaño mató a Marta con un cenicero y que se deshizo del cuerpo con la ayuda de el Cuco y de otra persona "desconocida".

Para muchos, entre los que me cuento, se trata de un escándalo. "Un conflicto entre derecho y justicia -escribía ayer Ignacio Camacho en Abc- produce un cortocircuito moral. Es imposible no pensar que han ganado los malos". El mismo día -comentando con ironía la imagen de Julián Muñoz tomando tan ricamente el sol y el caso Marta del Castillo- escribía en estas páginas el compañero Eduardo Jordá: "Me tranquilicé pensando que teníamos el código penal más riguroso de Europa, y que nuestro sistema jurídico era un ejemplo de rectitud… Y ayer volvimos a tener pruebas incuestionables de que tenemos un código penal tan riguroso y tan severo que los delincuentes de medio mundo se ponen a temblar nada más oír el nombre de España".

Por su parte el compañero de página José Aguilar resumía: "Es innegable que el trabajo de los investigadores policiales dejó mucho que desear, aun dentro de su dificultad objetiva. Ni fueron capaces de extraerle la verdad a un grupo de niñatos asociales (Carcaño, el Cuco, ese Samuel que confesó su complicidad en comisaría) o, en su caso, de encontrar los elementos probatorios que la respaldasen, ni hallaron el cuerpo de Marta, el factor determinante de que estemos como estamos. En el caso Marta se han dado la mano una notable falla profesional y la voluntad triunfante de unos delincuentes que combinan la maldad con la inteligencia".

Las últimas palabras de José Aguilar enlazan con las de Ignacio Camacho: han ganado los malos. La Policía ni tan siquiera ha sido capaz de interrogar a unos niñatos -y escribo interrogar, no torturar- para que dijeran dónde habían escondido el cadáver. Sin cuerpo, al asesino confeso y ahora convicto únicamente le han podido acusar de la muerte de Marta. El acusado que se autoinculpó en la ocultación del cadáver y hasta señaló el lugar al que presuntamente lo arrojaron se desdijo después y ha sido absuelto. Es necesaria una reforma del Código Penal que, entre otras cosas, endurezca las penas y castigue la mentira en las declaraciones para que el exceso garantista no se vuelva siempre a favor de los asesinos y contra los inocentes y las víctimas. Es preciso reconocer que la investigación ha sido torpe.

Está claro que han ganado los malos.

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