Carlos Colón

Levantá de la luz

la ciudad y los días

02 de enero 2012 - 01:00

AYER se dio el primero de los seis golpes de llamador -uno por cada día de quinario, más el definitivo y último de la Función Principal- que provocarán la levantá de la luz cuando llegue Epifanía. Enmudecerá la campana tras la procesión claustral, volverán los cirios de los hermanos a su sitio, se plegará el palio bajo el que se llevó el Santísimo, se vaciará la Basílica, se cerrarán las puertas, se apagarán los cirios que durante seis días ardieron ante el Señor, olerá a cera fría y a humo de pabilo en el templo oscuro. Será entonces el Sábado Santo de las navidades; la noche triste de calles vacías, iluminaciones apagadas, serpentinas de la Cabalgata colgando de los cables de la luz, papeles multicolores y cajas vacías apiladas en torno a los contenedores. Pero habrá nacido la luz en San Lorenzo.

Durante unos días todo parecerá igual. Sucede con la levantá de la luz lo mismo que con las de los pasos. Durante unos segundos únicamente el leve temblor de los candelabros o el breve movimiento de las caídas del palio delatan que el paso ya no descansa sobre los zancos. Hasta que rompe a andar y todo -oro, plata, terciopelo, la propia imagen sagrada- cobra vida. Así quedará la ciudad tras el seis de enero, pura tensión contenida, temblando levemente la luz creciente al final de cada día como después de las levantás vibran las potencias del Señor reflejando la luz de sus faroles o tiemblan las mariquillas en el pecho de la Esperanza brillando al primer sol de Laraña o de Alcázares.

Después, imperceptiblemente, romperá a andar la luz a paso racheao de Bejarano desde el Aljarafe, penetrando, un poco más cada tarde, por todas las calles de San Vicente y San Lorenzo que miran a poniente -Alfonso XII, Alfaqueque, Baños, Pascual de Gayangos, Castillo Lastrucci, Juan Rabadán, Curtidurías-, por las que se va derramando la luz creciente proyectando largas sombras en el adoquinado, reflejándose cegadoramente en los cristales de las ventanas, acentuando la temprana oscuridad de las melancólicas calles -Cardenal Spínola, Santa Clara, Martínez Montañés, Teodosio, Abad Gordillo, San Vicente, Miguel Cid, Redes- que dan la espalda al Aljarafe.

Tras el quinario del Señor se sucederán en las paredes de las iglesias -calendarios más auténticos de las estaciones de Sevilla- las convocatorias que anuncian los cultos primeros de Pasión y del Cristo de Burgos, del Señor del Silencio en el Desprecio de Herodes y de la Quinta Angustia. E irán ganando minutos a la noche los días cuya luz creciente se prendió, en estos primeros días de enero, de los cirios del altar de quinario del Gran Poder.

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