Carlos Colón

'Misterio, emoción y riesgo'

La ciudad y los días

29 de diciembre 2009 - 01:00

HAY pocos lugares que me agrade tanto volver a visitar como algunos en lo que jamás estuve. Mi trato con ellos data de tanto tiempo, y ha madurado hasta convertirse en una intimidad tan afectuosa, que tengo especial interés en volver a ellos para asegurarme que siguen estando igual". Son palabras de Dickens, pertenecen a su libro Un viajante, y no de comercio y se refieren a los lugares que había visitado, sin estar nunca en ellos, al leer Robinson Crusoe, El Quijote, Las mil y una noches, Los viajes de Gulliver o el Gil Blas.

Efectivamente, ¿qué lugares visitamos una y otra vez con mayor placer que aquéllos en los que nunca estuvimos más que a través de las palabras y las imágenes de nuestros libros, tebeos y películas más íntimamente queridas, porque son las que se sitúan en ese ámbito de puro placer y desinteresada gratuidad que es nuestra infancia, real o recuperada a través del regreso a sus fuentes; y en el que viven los piratas, aventureros selváticos o espaciales, vaqueros, detectives, fantasmas, monstruos, héroes serios o cómicos que nos regalaron R. L. Stevenson, Salgari, Hergé, Walter Scott, Rider Haggard, Jack London, Zane Grey, Conan Doyle, Chesterton, Wells, Verne, Tolkien o Harryhausen? ¿Qué lugares reales visitamos con más regusto que aquellos que soñamos leyendo o viendo películas? Ir al Monument Valley de Ford, al Londres de Dickens o al Edimburgo de Stevenson y Scott, supone ver a la vez a través de nuestros ojos actuales, de nuestros ojos infantiles o adolescentes y de los ojos de quienes nos desvelaron esos mundos con la seductora maestría que convierte en una misma cosa ficción y realidad, narrador y narración, personajes y escenarios.

De estos autores, estas ficciones y estos escenarios imaginarios o reales escribe Fernando Savater en su libro Misterio, emoción y riesgo, espléndidamente editado por Ariel y deliciosamente ilustrado por Fernando Vicente. No es casual que antes aludiera a las ficciones que alimentaron nuestra infancia real o recuperada, porque Savater culmina en él la empresa iniciada hace ya muchos años con La infancia recuperada, sumando textos publicados e inéditos, como se indica en el subtítulo de la obra, "sobre libros y películas de aventuras".

Al final del libro el autor incluye un texto titulado Amor a Dickens que empieza así: "Esta época navideña me parece muy oportuna para hacer una declaración de amor a Dickens". También es oportuna para recomendarles que se hagan a ustedes mismos, o a quienes quieran, el favor de pedir a los Reyes Magos este libro inteligente y delicioso.

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