la esquina

José Aguilar

Ortega Cano ante el juez

AL torero José Ortega Cano lo abucheó ayer en Sevilla una turba más gritona que nutrida cuando salía de declarar ante el juez que instruye la causa en la que está imputado por el trágico accidente que protagonizó en mayo pasado. Cuando abandonó el hospital tras reponerse de las graves heridas que sufrió en el accidente otro grupo le vitoreó como un héroe que había vencido a la muerte. Quien murió de verdad en el suceso fue Carlos Parra, a cuyo coche embistió el de Ortega Cano en la noche de aquel malhadado 28 de mayo.

Unos y otros, injuriosos y piropeadores, sobran en este caso, por más que formen parte activa del paisaje inevitable en la sociedad que tenemos. Para los primeros, el causante del accidente debe ser enjuiciado con benevolencia simplemente por su condición de matador de toros y viudo de Rocío Jurado y, sobre todo, de famoso televisivo. Para los segundos, se impone una severa condena, a ser posible por anticipado, y precisamente por las mismas razones: por famoso. Es curioso que el encantamiento ante el famoseo y el rencor social primario contra quien destaca dentro de la mediocridad general vayan de la mano.

Lo que las personas normales piden, en cambio, es que la Justicia haga su trabajo con sosiego y ecuanimidad, aplicando el Código Penal sin dejarse presionar ni vencerse del lado de los prejuicios. Ortega Cano está imputado por un presunto delito de homicidio imprudente y dos contra la seguridad vial, y el instructor ahora y, en su caso, el tribunal más tarde tendrán que pronunciarse en base a las pruebas, informes y testimonios aportados al caso, y sólo en base a los mismos.

Aparentemente, Ortega Cano lo tiene mal. El dictamen de la Guardia Civil concluye que su automóvil invadió el carril contrario, circulando a más velocidad de la autorizada, el análisis de sangre dio un porcentaje de alcohol que casi triplicaba el tope legal y tres testigos habían denunciado la temeridad con que conducía. El imputado, por su parte, jura por sus hijos que no iba borracho -"simplemente probé una copa de cava que me ofrecieron (...) me limité a degustar la copa..."- y atribuye el accidente, que no recuerda, a un posible vahído causado por el sueño o por la medicación que toma para su arritmia. El juez, y solamente el juez, decidirá la solidez de las pruebas tras escuchar los argumentos de acusaciones y defensa. Cualquier intento, directo o indirecto, de influirle, a favor o en contra, por que el implicado no es un cualquiera tiene que ser rechazado.

Siento compasión por José Ortega Cano, un famoso al que la adversidad persigue con ahínco y que lleva camino de convertirse en un juguete roto. Y más por la familia y por la memoria de Carlos Parra, el auténtico perdedor de esta desdichada historia.

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