José Joaquín / León

El Papa recibe a Rajoy

Las dos orillas

16 de abril 2013 - 01:00

EL papa Francisco entró con buen pie. Le cae simpático a muchos ateos, incluso a algunos progres que van de indignados por la vida, en virtud de aquello que afirmó sobre las periferias y la predilección por los pobres. Por el contrario, se conocen casos de algunos ricos católicos que dijeron: "¡Ojú!". Tampoco es que el nuevo Papa inventara nada, sino que eso viene en el Evangelio, desde el rico virtuoso al que Jesús le habla sobre la dificultad del camello para pasar por el ojo de una aguja (luego se ha discutido mucho sobre el tamaño de esas agujas); o la misma parábola del hijo pródigo, cuando vuelve empobrecido y despierta la envidia de su hermano. Este papa Francisco recuerda cosas elementales, quizás olvidadas, o ignoradas.

Por eso, es un detalle que su primera audiencia a un gobernante europeo se la haya concedido a Mariano Rajoy. No significa que el papa Francisco sea del PP, sino que le reconoce a España la importancia que tiene en el catolicismo. A la Península Ibérica, en tiempos paganos, vino el apóstol Santiago, uno de los principales. Con ello se ve que era una de las tierras de gentiles a las que se otorgó protagonismo desde los primeros tiempos cristianos.

Si América del Sur es hoy la reserva espiritual de los católicos, algo tiene que ver España en eso. Se debe a que, en los tiempos de la conquista, se dedicaron a algo más que masacrar indios (y que la semilla fructificó). El papa Francisco, aunque procedente de familia de origen italiano, viene de esa cultura iberoamericana, que no se puede desgajar de su origen ibérico (español y portugués). El anterior Papa, Benedicto XVI, escribió que en el siglo XVI (precisamente), cuando el cristianismo entraba en crisis, fue renovado gracias a la acción decisiva de cuatro santos españoles: Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Ignacio y San Francisco Javier.

Hasta ayer, el último presidente español que había pasado por el Vaticano era José Luis Rodríguez Zapatero, al que recibió Benedicto XVI en 2010. Fue un encuentro que suavizó tensiones con el PSOE. Sirvió para que se celebrara, como Dios manda, la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid. La JMJ fue muy provechosa. A la Iglesia española le sirvió sobre todo para dialogar y atraer a una nueva generación. Si el papa Francisco ha tenido ese gesto con Rajoy, no es por casualidad. Sabe que no puede renunciar a que España siga siendo mayoritariamente católica.

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