Juan Luis Pavón

Pasa la vida: 'Apoyo a la huelga en las urnas por quienes temen hacer huelga el jueves'

Pasa la vida

27 de marzo 2012 - 01:00

LAS palabras, los gestos y los silencios de todos los ciudadanos con los que he hablado de política y elecciones durante el periodo oficial de campaña en una docena de municipios permiten abundar en el análisis, obligadamente poliédrico, sobre la suma de decisiones entrecruzadas que han dado como resultado un nuevo escenario político.

Derecha escorada, derecha limitada. El deseo de cambios en Andalucía es compartido por la mayoría. Pero no asocian su anhelo, ni su propia identidad, con la imagen que tienen de una derecha anticuada en la que no confían. Javier Arenas, con Sanz, Oña, etc., no ha terminado de romper con esa imagen. Antes al contrario, él comenzó en UCD y ahora está lejos de representar un centrismo que reivindique con fuerza la educación pública, la sanidad pública, la solidaridad y la moral aconfesional. La alternancia en la Junta equivale en Andalucía a una segunda transición. Y en el PP impera ahora mucho más el derechismo que el centrismo. Por eso, aun ganando terreno ante un decadente PSOE, en las elecciones más decisivas ha tenido menos votos que hace cuatro años.

El talante de la derecha fáctica. Muchos ciudadanos, cuando deshojaban la margarita sobre si dar o no un aval al PP andaluz, además de tener en mente a Arenas, se imaginaban con mando en plaza a la patronal empresarial, a los obispos, a los voceros mediáticos de adhesión inquebrantable. Y eso da repelús a quienes no se creen las arengas socialistas pero se sienten incompatibles con personas y posturas que asocian a las raíces del subdesarrollo andaluz. El PP no sólo necesita un líder que sea mitad Manuel Pimentel mitad Amalia Gómez, sino además un cambio en los agentes sociales. Cuando los andaluces urbanos o rurales perciban que los estamentos empresariales son liderados por creadores de empleo y progreso a nivel internacional como Cosentino; cuando la derecha fáctica sea tan abierta de mente como la francesa o la alemana (por poner dos ejemplos:que vaya tantas veces al Teatro Central como a los tendidos de la Maestranza, y que no pase lista para que todos los concejales estén a la fuerza en la procesión del Corpus), y cuando los creadores de opinión más proclives a ese ámbito sociológico sean más racionales y menos apocalípticos, entonces será más factible la alternancia. Y frecuente.

La izquierda andaluza también está anticuada. Igual que durante quince días casi no he encontrado a nadie que, de modo espontáneo, comentara sentirse ilusionado por tener a Javier Arenas como presidente de la Junta, era tan difícil como buscar una aguja en un pajar que una persona simpatizante del PSOE elogiara a su candidato, Griñán, y a lo que ha hecho su partido durante los últimos años. Hay muchos votantes de centro-izquierda a los que que no sólo les repugna la corrupción, el clientelismo y la paz social del pan para hoy y hambre para mañana, sino también dos fracasos: el escolar y el de la política económica que ha desaprovechado los fondos europeos de cohesión. Lo que Andalucía necesita no es que el PSOE convierta aún más la Junta en la gran empresa burócrata y paternalista de la región. A estas alturas del periodo democrático, Andalucía tendría que estar liderada en todos sus ámbitos por emprendedores y profesionales, y no por corifeos de la subvención o el subsidio. El PSOE debe perder el miedo a que impulsar una sociedad de profesionales capaces de generar empleo y riqueza se convierta en potencial cantera de votos del partido rival. A Felipe González le votaban .

Recorten las euforias. Igual que hemos reprochado las risas del ministro Montoro cuando gobierna una España arruinada a la que se le pide sangre, sudor y lágrimas, lamentamos la euforia ante las cámaras de las cúpulas de PSOE e IU. Quienes sienten el júbilo por seguir viviendo de ocupar cargos pagados con dinero del contribuyente, en lugar de competir en la calle por un puesto de trabajo, tienen motivos para celebrarlo en casa. Pero en público han de subrayar su vertiente de representantes del ciudadano. Y Andalucía está en emergencia económica, con muchas familias comiéndose las uñas. En el PSOE se les nota demasiado el apego al poder. Lo han conservado por deméritos del PP. Han perdido tres elecciones en diez meses. Menos tartas, más regeneración interna, y más ponerse en la piel de los parados.

Huelga preventiva, voto sin perder salario. La gran novedad de la campaña andaluza fue tener endosada una huelga general. Convocada por UGT y CCOO lo más próxima posible a la fecha del 25-M para influir en el electorado andaluz, la estrategia ha resultado exitosa para quienes están en contra de la reforma laboral. Puede sentar precedente. Porque nunca hasta ahora los ciudadanos habían tenido la opción de utilizar el anonimato de la papeleta en la urna para postularse sin miedo sobre el mercado de trabajo. Y en el censo electoral no hay más jefes que indios. Un voto de castigo a la reforma laboral no supone perder el salario de una jornada, ni señalarse ante el empresario o ante los mandos intermedios. Los sindicatos han inventado la oportunidad política de significarse desde el anonimato, y tranquilizar la conciencia. La han aprovechado trabajadores que no secundan al sindicalismo imperante y que pasado mañana no se van a atrever a hacer huelga.

Presupuesto a contraestilo. Muchos andaluces acrecentarán su agobio cuando Rajoy haga realidad el Viernes de Dolores con los Presupuestos Generales del Ajuste y la Escasez. Pero después le llegará el turno al nuevo Gobierno andaluz. Con el desplome recaudatorio y los límites al endeudamiento, Griñán también tendrá que decretar recortes en inversiones, prestaciones y contrataciones. Tratará de disimularlo, e incluso salvarle la cara a los dirigentes de Izquierda Unida con planes y propuestas de cariz social (auxilio a las víctimas más indefensas de la crisis), para que puedan justificar ante sus bases el cumplimiento de un marco macroeconómico antagónico a su ideario e instado desde Bruselas y Berlín. La propaganda no le bastará a Griñán para que los andaluces se crean que toda la culpa de la inacabable destrucción de empleo es achacable a La Moncloa en manos del PP.

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