Rafael Román Guerrero

Un Picardo para el PSOE

la tribuna

16 de diciembre 2011 - 01:00

GIBRALTAR acaba de elegir a un nuevo ministro principal para regir sus destinos tras quince años de ejercicio prudente y de un fuerte contenido económico de Caruana. Se llama Fabián Picardo. En Cádiz, por cierto, hay muchos Picardos. Escojo dos ya fallecidos: Álvaro de Aramburu y Picardo, de familia de banqueros y políticos, y María Picardo, creadora de las tortillas de camarones de la Venta de Vargas. Este Picardo gibraltareño es abogado formado en Oxford, parlamentario durante diez años y nieto de una republicana campogibraltareña exiliada a Gibraltar.

¿Por qué cuento esto? Porque tras una gestión brillante de Caruana, ha habido un cambio. No se ha derrotado a sí mismo el partido gobernante, como se da como dogma en España para perder el poder, simplemente ha ganado la alternativa. Nuestro caso -aunque nos refugiamos en la crisis, como Felipe II con la llamada Armada Invencible en los elementos- es bien distinto. Hemos perdido por errores propios. Por sabidos, ahorro enumerarlos.

Cualquier cosa que no empiece por ese reconocimiento será hacer un análisis en falso. Popper lo dice claro: "Hemos de revisar nuestra actitud hacia los errores. Es aquí donde debe comenzar nuestra reforma ética práctica. Pues la actitud de la antigua ética profesional lleva a encubrir nuestros errores, a mantenerlos en secreto y olvidarlos tan pronto sea posible… Encubrir los errores constituye el mayor pecado intelectual". Y político. Por tanto nos falta lo primero. Aprender de los errores, sin cuidados paliativos. Es la primera acción exigible al PSOE. Cuanto más inmisericordes seamos con nuestros propios errores más cerca estaremos de poder encontrar el buen camino. En política democrática eso comporta asumir responsabilidades políticas. Los errores y las derrotas no inhabilitan para continuar en política, ni conducen a la muerte civil, pero impiden seguir en el mismo puesto, obligan a esos protagonistas a dejar paso.

En ésas estamos. Ni la dirección del PSOE ni el candidato electoral han verbalizado sus errores ni han asumido su responsabilidad, andan por el contrario mirando al tendido o silbando por los pasillos a ver qué pasa, cuando no aspirando a continuar como si no sucediese nada. Así no se construye un proyecto nuevo. Venimos perdiendo elecciones desde las europeas de 2009, pero las últimas municipales y autonómicas de 2011 y las generales del 20-N han cambiado abruptamente el mapa de la representación política en España. Se ha convocado un congreso ordinario sin haber cumplido aquellos requisitos de la democracia. Para que el congreso sea creíble los delegados tendrán que hacerlos cumplir. A rajatabla.

La tarea del congreso tiene que ser ofrecer soluciones nuevas a los problemas que aquejan a nuestra sociedad -el listado es conocido: desconfianza política, sacrificios descompensados, dictadura de los mercados, recetas viables contra el paro…- y de los que la ciudadanía sólo ve las plasmaciones que hace la derecha europea, hoy con poder omnímodo de la mano de los mercados, y -ésta es la médula del debate- las percibe gobierne quien gobierne. Naturalmente sustituir la política de tirar de chequera -hoy exhausta- por el llamamiento al esfuerzo colectivo y desechar el marketing político por la credibilidad ganada en el trabajo.

Tiene además que plantearse como el partido de la honradez intransigente. De ninguna manera esa seña de identidad puede ser puesta en duda por la sociedad, tanto en lo grande como en lo pequeño. Esto debe comportar una criba de dirigentes, incluso los rozados por la duda en sus comportamientos o la de sus familiares dependientes. Recuerdo una entrevista de Eduardo López Albizu, Lalo, padre de Patxi López de 1977. Le preguntaron si quería ser ministro. "Sí. -dijo- En un ministerio, con o sin cartera, pero con poderes ejecutivos: ministro contra la corrupción". Un socialista clásico.

Finalmente, para dirigir el partido necesitamos un Picardo. Una persona libre de ataduras al frente de un equipo que pueda convertirse en alternativa y que, independientemente de cómo lo haga el PP, sepa cortar la centrifugación del voto que hoy sufre el PSOE en todas las direcciones y concitar al tiempo el apoyo de las clases medias desconfiadas de un partido que piensan que las discrimina y de los sectores emergentes que no distinguen, a pesar de nuestros discursos, sus políticas de las del PP, sin perder sus apoyos más incondicionales de los trabajadores. Para eso se convoca el congreso, ¿o se convoca para que nada cambie?

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