Amparo / Rubiales

Sumisas y apaleadas

Las empinadas cuestas

19 de noviembre 2013 - 01:00

NO he leído, ni pienso, el libro ese que se llama Cásate y sé sumisa, pero si puedo juzgarlo, porque el título es tan grave que me basta para rechazarlo enérgicamente. Una de las principales razones de la desigualad histórica sufrida por las mujeres ha sido, precisamente, la sumisión y contra ella han peleado las mujeres en busca de su liberación. El diccionario de María Moliner define "sumisa" como "dócil, esclava" y, justamente, se trata de impedir este sometimiento en razón del cual las mujeres carecían de vida propia. Las mujeres, reitero, no podían votar, no podían disponer de sus bienes sin autorización del marido, tenían que ser servidoras fieles y aguantar, en el mejor de los casos, alguna que otra bofetada. Se decía: "Mi marido me pega lo normal".

Dice la autora de tan nefasto título, que "deberíamos denunciar también a San Pablo y retirar todas las biblias del mercado". No debe darnos ideas, porque sí estamos en contra de esa carta de San Pablo a los corintios sobre el amor que dice que se "aguante sin límites", como lo estamos de cualquier religión que nos subordine y disminuya nuestros derechos personales, sexuales y reproductivos. Queremos casarnos y ser madres, o no, pero libres e iguales.

La sumisión es la antesala de la violencia machista contra las mujeres; detrás de aquella siempre hay desigualdad y ésta crece con la crisis y afecta de manera más profunda a las mujeres como manifiestan todos los estudios sobre género que se están realizando; disminuyen las denuncias previas porque son difíciles, costosas y han propagado su falsedad, cuando, según el Consejo General del Poder Judicial, sólo el 0,003% lo son y, al mismo tiempo, crece el maltrato entre las adolescentes ( 15 a 19 años) en cifras que llegan al 29,4%.

El terrorismo machista, aunque así no esté tipificado, existe y no decrece; entre 2003 y 2013, datos del Ministerio, las mujeres asesinadas han sido más de 600 y vamos a terminar el año con más de 40, sin que se produzca una reacción social contundente contra esta lacra que encuentra siempre justificaciones de naturaleza diferente. En esto no puede haber libertad de expresión ni tolerancia, estamos hablando de asesinatos. Acabar con la violencia exige ser inflexibles con cualquier expresión que la favorezca y que no se nos olviden las otras víctimas, la de los hij@s de las maltratadas que viven en un mundo de violencia que les marca para siempre. Sumisas nunca.

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