Luis Carlos Peris

Vuelta a casa por la puerta grande

Desde mi córner

El Sevilla salió de Nervión entre el disgusto de los suyos y retorna de Galicia triunfante, en loor de multitud

17 de enero 2009 - 01:00

SALIÓ la última vez de su casa con una bronca descomunal y hasta desmesurada, sin comprenderse del todo a qué venía aquella acritud de la grada. Luego, con la frialdad que da el tiempo para el análisis, se veía que lo que la afición del Sevilla había hecho con su equipo era lo que debía hacer. Era el comportamiento de alguien con lo que más quiere y ya se sabe que quien bien te quiere puede hacerte llorar. Al empate con Osasuna sobre la última campana sucedió un gol del Deportivo que aparentaba dificultar la supervivencia en el torneo del KO, dos tropiezos que el sevillismo no aceptaba y ante el que saltó iracundo.

Y así es como el Sevilla salió de casa para un viaje inquietante a tierras gallegas, a casa del que durante un decenio fue inmisericorde bestia negra del equipo blanco. Un partido de Liga emparedado entre los dos de que consta una eliminatoria copera, ambos en el mismo sitio, en ese rodeo que durante años le era tan hostil en la yerba como receptivo en la grada, Riazor. Un partido épico en la Liga y un paseo militar en la Copa fue el balance que el Sevilla cosechó en la capital de las Rías Altas, por lo que su retorno a casa se produce en loor de multitud y con un calor ambiental diametralmente opuesto al que padeció en la noche de su salida.

Es en este retorno del Sevilla a casa donde el equipo de Jiménez le da el pase de la firma a una primera vuelta espléndida. El discurrir del Sevilla por el torneo de la regularidad no puede ser mejor y únicamente la insultante superioridad del Barça sobre todos hace que la trayectoria sevillista parezca menos buena de lo que en realidad está siendo. Los números son incontestables y ya se sabe que un triunfo en fútbol siempre dejará en lugar secundario la forma en que se logró. Y para los que sigan en la teoría de que antes se jugaba mejor, sólo hay que irse a la tabla clasificatoria y, ya con los cinco sentidos en ella, comprobar que lo de ahora también es formidable.

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