Manuel Clavero Arévalo / Presidente Del Consejo Editorial Del Grupo Joly

El alma de la Academia

TUVE mucho contacto con don Ángel Olavarría en la Real Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia, que se creó por Decreto del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía de 27 de febrero de 1990 (BOJA del 6 de abril), siendo presidente de ésta José Rodríguez de la Borbolla Camoyán y consejero de Educación y Ciencia Antonio Pascual Acosta. La Academia se creó a petición del Colegio de Abogados, del Ilustre Colegio Notarial y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla. Fuimos varios los académicos fundadores y entre ellos estaba Ángel Olavarría, a quien por unanimidad le nombramos presidente de la Academia, cargo en el que fue ratificado varias veces más, porque con frecuencia ponía su cargo a disposición de la Academia y murió siendo presidente de la misma.

El nacimiento de una Academia tiene sus ventajas e inconvenientes, entre ellos el que no tienen la historia de otras Academias que gozan siglos de vida. Sin embargo el académico e historiador del Derecho José Martínez Gijón descubrió e investigó sobre la existencia de una Academia de Legislación y Jurisprudencia en Sevilla que, entre 1853 y 1857, publicó en colaboración con el Colegio de Abogados la Revista La Ley. Revista de Legislación, Jurisprudencia, Administración y Notariado. Precisamente la investigación de Martínez Gijón llevó la siguiente dedicatoria: "A Ángel Olavarría Téllez, primer presidente y alma de la segunda Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia".

Tenía razón Martínez Gijón porque Ángel Olavarría ha sido hasta su muerte el alma de la nueva Academia, porque una de las ventajas de una Academia de reciente creación, está en que se puede hacer todo por los fundadores y Ángel Olavarría nos impulsó a los académicos a que elaboráramos los Reglamentos en desarrollo de los Estatutos, en los que quedaron redactados, con criterios de modernidad, todos los aspectos de la vida de la Academia.

Además de dedicar mucho tiempo diario a la Academia y de presidir con acierto los actos académicos, realizó como académico trabajos de investigación que dio a conocer en las sesiones de trabajo de la institución y que se publicaron en la Revista Anales de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia. Uno de ellos fue Régimen Jurídico actual de las Fundaciones, que elaboró con motivo de la nueva Ley de Fundaciones y otro De la acción a las acciones en la sociedad anónima, en el que aportó brillantes ideas sobre las acciones rescatables y la llamada acción de oro. Con su muerte se produce en la Academia un vacío que no se llenará nunca.

También tuve la suerte de convivir con Ángel Olavarría Téllez en la Corte de Arbitraje de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Sevilla, en la que los dos fuimos árbitros y él también fue presidente hasta su muerte. Era una gran autoridad en materia de arbitraje, la justicia alternativa a la Administración de Justicia del Estado; como en varias ocasiones formé parte con él del Colegio arbitral para resolver asuntos litigiosos, comprobé que la fama que tenía estaba plenamente justificada, tanto en los arbitrajes de equidad como en los de Derecho. Esa preparación y experiencia llevó a la organización de la Exposición Universal de 1992 a incluirlo como árbitro en todos los contratos que celebró con constructores, proveedores y clientes en los que hicieron figurar cláusulas de arbitraje para resolver los conflictos. Fueron muchos e importantes los laudos que emitió Ángel Olavarría.

Como notario tuvo un gran prestigio, obtuvo la Notaría por oposición en 1947 y en 1957 abrió su Notaría en la calle Rioja de Sevilla donde se jubiló en 1986, ejerciendo entonces como Abogado. Fue decano del Colegio Notarial. También en el ejercicio de la Notaría me relacioné mucho con él, fui con frecuencia al despacho de la calle Rioja y recuerdo cómo los Abogados le llevábamos los asuntos más complicados para los que siempre encontraba solución. Era un profesional que inspiraba confianza a cuantos le trataban, notarios, abogados, clientes...

Con su muerte, don Ángél Olavarría Téllez se lleva muchas cosas pero nos deja el recuerdo de su vida ejemplar como profesional, como padre de familia y como persona.

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