La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los riesgos de la Feria de 2025
La ventana
CUANDO esta noche suban al cielo del Patio de la Montería los faraónicos brazos de Manuela Carrasco podrá decirse que la Bienal vive. Una Bienal que nació de la hermosa locura de un poeta que conseguía hacer real la utopía. Todo este tinglado flamenco que arranca esta noche para que septiembre sea menos negro de lo que se presume nació de la sesera de José Luis Ortiz Nuevo y ahora que empieza la decimoséptima edición se me vienen a la memoria hechos pretéritos que cimentaron el primer acontecimiento flamenco del mundo. Si la última Bienal arrancó con un Poveda genial en la Maestranza, a mi sesera acuden en tropel sobredosis de compás y de sonidos negros ya idos. Chocolate, La Paquera, Camarón, Farruco, Morente, Fernanda, Bernarda... ninguno de ellos nos acompaña ya, pero cuando Manuela alce las manos al cielo sus espíritus revolotearán en la vertical del Alcázar.
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