La aldaba
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HUBO un hombre en España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador de nuestro disminuido banco central, al que no le gustaban las cajas de ahorros porque no las entendía. Un nido de políticos, aunque ahora sabemos que empresarios como Arturo Fernández, vicepresidente de la CEOE, firmaba en Bankia lo que le ponían por delante. Para quitárselo lo antes de encima, ha declarado ante el juez. Deloitte aseguraba que todo estaba bien, aunque Deloitte, en realidad, en su auditoría, afirmaba lo contrario. La desafección hacia la política encumbra al poder económico, y éste se mueve sin límites. Gracias a Fernández Ordóñez, que lo nombró el PSOE, y al PP, que era alérgico a las cajas aunque engordaba con ellas, en España nos hemos quedado con sólo dos: la de Onteniente y Pollensa. Un modelo de dos siglos tirado a la basura por la contaminación política y porque Bruselas también se hartó de ellas. ¿Saben cuántas pequeñas cajas hay en Alemania? 426 entidades locales, las llamadas sparkassen, que además se salvarán del control del futuro organismo de control bancario europeo gracias a Angela Merkel, la canciller europea. Suman un billón de euros en activos, tanto como el Santander, el BBVA y La Caixa juntos. Es que serán mejores. Cuando Alemania se cree mejor, Europa debería temblar.
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