Los tiempos están cambiando y, como diría Bob Dylan, la gente nada para no hundirse. Después de la matraca de los hispanoescépticos y su gimoteo de ricos, oímos el clamor de los españoles de abajo. Ayer en Madrid, miles de extremeños se han manifestado para quejarse de sus ferrocarriles del XIX sin un kilómetro electrificado. Y decenas de miles de guardias civiles exigían acabar con una brecha salarial con los Mossos del 30%. En paralelo cientos de murcianos reclaman que el AVE entre el soterrado en su ciudad.

Andalucía también se prepara para interpretar su propio papel en la coyuntura que se avecina. En ese sentido, ha sido muy saludable la reflexión del viernes en estas páginas del profesor Isidoro Moreno sobre lo que cientos de miles de manifestantes reclamaron el 4 de diciembre de 1977: una autonomía andaluza de máximo rango constitucional. Es clarificador que recuerde que no lo hicieron para exigir igualdad para todos los ciudadanos y territorios de España. Que en las manifestaciones no hubo banderas españolas; sólo la verde, blanca y verde, y que Andalucía lo hizo "por sí y para sí". En su Tribuna Relectura del 4 de diciembre advertía del intento de manipular la fecha y su significado por parte del Gobierno de la Junta y el PSOE. Si aplicamos la lupa de la memoria histórica, descubriremos antecedentes de cómo el PSOE andaluz ha cuajado en un partido distinto al federal.

Dos años después, en la campaña del referéndum del 28 de febrero de 1980, de nuevo la protagonista fue la bandera verde y blanca. Hasta tal punto que se jugó un partido amistoso entre la Selección Española de fútbol y la de Alemania Oriental en La Rosaleda de Málaga dos semanas antes, el 13 de febrero, y lo retransmitió TVE en blanco y negro, para camuflar el fervor autonomista. El Gobierno de entonces, de UCD, era contrario a que Andalucía se saltara el guion constitucional de tres nacionalidades históricas. Y el PSOE andaluz truncó los consensos que en Madrid habían fraguado los centristas con la dirección nacional socialista.

Escuredo, con intuición y audacia, rompió ese itinerario. Es probable que sin la existencia del PSA-PA no hubiese ocurrido. (El dirigente comunista y líder de IU Julio Anguita afirmó en una entrevista en 2012, en este diario: "no tengo empacho en decir que el PSA nos hizo andalucistas"). El primer presidente autonómico sólo duró dos años en el puesto, empujado a marcharse por los jacobinos que mandaban en su partido. Al segundo, Borbolla, probablemente el único que ha tenido un plan para Andalucía, lo desalojaron a los seis años. Y el tercero, Chaves, vino a disgusto. Eso sí, la marca se ha mantenido en el poder durante 35 años de manera ininterrumpida.

El eterno partido gobernante en Andalucía ejercita músculo para la próxima negociación financiera y constitucional, sin la misma autoridad de antaño. Ojo, algo está cambiando.

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