La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
La ventana
CUANDO desde casi todas las esquinas de este país se defiende al Rey de los embates en su prestigio que haya podido ocasionar uno de sus yernos parece fuera de toda lógica que desde alguna opción política se pretenda que despojen a Cayetana Alba de su bien ganado título de Hija Predilecta de esta tierra nuestra. Tierra que brama contra la injusta generalización que ha hecho el hijo menor de la duquesa, no la duquesa. Y si desde la inmensa mayoría de sectores se exime al Rey de la conducta no ejemplar del yerno que le queda, a ver por qué motivo se preocupan de involucrar a la madre del caballista en la torpeza de su vástago, vástago predilecto, por cierto. Artículos de toda laya han incidido en que nadie es responsable de lo que hagan yernos y cuñados, ergo convengamos en que no es de recibo que a Cayetana, a estas alturas de su vida, quieran agraviarla por algo que fue cosa de su hijo, no de ella.
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