Luis Carlos Peris

En la fiesta de la liberación total

desde mi córner

Para que la sordidez se reafirme ya por última vez, el Betis celebrará su huida del infierno frente a un filial

04 de junio 2011 - 01:00

SÓLO cabe desear que no se tenga que escribir más de lo mismo, que el por siempre Real Betis Balompié no vuelva a dejar su hábitat natural para vivaquear en la sórdida Segunda División, hoy Liga Adelante, qué le vamos a hacer. Esta tarde le dice adiós, ojalá que definitivamente, el Betis a un tiempo de sordidez con dos años que remataron una época ciertamente ominosa. Y hoy, para que la cosa no abandone la crudeza y la zafiedad, se despide enfrentándose a un filial, que habrá que preguntarse qué puñetas pintan los filiales compitiendo en el fútbol profesional. Pero esa es otra historia que habrá que retomarse en su día.

Se ha programado para esta tarde una fiesta por todo lo alto y hay gente que no termina de asimilar que un simple ascenso se celebre como si de un título se tratase. No vamos a entrar en explicaciones de trazo fino, pero de lo que no cabe la menor duda es de que este ascenso no es un ascenso cualquiera. El hecho de que el Betis lo haya logrado en su año más proceloso y con un presidente llamado Rafael Gordillo y Vázquez por su querida madre hacen que se vea de una manera distinta. Una manera presidida por el gozo y por la ilusión tras la travesía por el desierto más infamante que se ha conocido y bajo la premisa de hacer Betis cada minuto, cada hora, cada día.

En esta sabatina primera de junio y cuando los caminos y las veredas andan a la espera de las caravanas que irán al Rocío, Heliópolis escenificará una fiesta que lleva en sus entrañas una inmensa carga sentimental. Se trata, ni más ni menos, que de pegarle media verónica a un tiempo con mucha más mohína que harina. Algo a lo que en el Betis se estaba acostumbrado hasta que llegó el innombrable que estuvo a punto de laminarlo tras un proceso de desvitalización que no se consumó de puritito milagro. Hoy es otro día para la liberación y para que el bético que nunca renegó de ser como es se encuentre con más motivos que nunca para jamás dimitir de su condición.

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