Juan / Ojeda

Aquí mando yo

Al punto

14 de abril 2014 - 01:00

LAS cosas entre PSOE e IU-CA no volverán a ser iguales. Ocurre como en las relaciones de pareja. Cuando uno le pilla a otro en un renuncio, se puede llegar al perdón o al acuerdo, pero lo que ha pasado no se olvida y pesa como una losa en el tiempo que dure la pareja. Pues eso es lo que ha ocurrido en Andalucía, entre los socios de Gobierno, a cuenta de esa desautorizada entrega de llaves a los desahuciados de la Corrala Utopía. La presidenta de la Junta, partidaria de mantener el principio de legalidad, y no premiar a los que se saltan los procedimientos, sacando ventaja de su notoriedad, sobre los que esperan, con los mismos o mayores derechos o necesidades, a que les proporcionen un lugar para vivir.

La firma, y posterior publicación en el BOJA, del decreto retirando provisionalmente las competencias en materia de vivienda a la Consejería de Fomento, ha sido un órdago a la grande por parte de Susana Díaz, no ya a la titular de la Consejería, Elena Cortés, sino al conjunto de sus socios de Gobierno. De ahí que el mismo Cayo Lara se desplazase el viernes a Sevilla para estudiar el conflicto. La señora presidenta ha hecho público, patente y notorio que ella es la autoridad competente, y que no la comparte con nadie. Así que la consejera cordobesa y sus compañeros de coalición tienen que tragarse el marrón y hacer de tripas corazón y seguir apoyando al PSOE. Eso, o romper la baraja, pero la baraja da mucha vida y es bonito estar en la mesa cuando se reparten las cartas.

Así que aunque, de momento, siga la partida, las condiciones del juego han cambiado, aunque nadie lo haya dicho claramente. Hay nuevas reglas no escritas, pero ese decreto es la bandera roja que, hasta ahora, no se había enarbolado. Por eso escribía al principio que las cosas no volverán a ser iguales. Todo esto, suponiendo que el tema quede aquí y que el choque de trenes, personalizado entre Susana Día y Elena Cortés, no vuelva a repetirse. Si ocurriese, se llegaría a una situación crítica e insostenible, que pondría en peligro la gobernabilidad, y que sólo podría resolverse con un adelanto electoral. Ese adelanto del que muchos vienen hablando desde hace tiempo y cuya probabilidad el Gobierno siempre se ha negado a aceptar. Con esto queda claro que la presidenta no le hace ascos a la idea, y que le puede gustar mucho más después de las europeas. De momento, todos quietos, pero aquí mando yo.

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