Carmen Camacho

La mesa electoral

Cambio de sentido

14 de junio 2016 - 01:00

EN la vida me ha tocado nada en un sorteo (bueno, sí, una vez, en una rifa allá en el pueblo, me tocó un chivo). Pero ahora, la Fortuna al fin me sonríe: me han designado en sorteo público para ser miembro de una mesa electoral. ¡Yuju! El domingo 26-J, desde las ocho de la mañana y hasta que el escrutinio aguante, la ciudadana Camacho ha de estar -inasible al desaliento, sonriente ante el vecino- en su colegio, contribuyendo al normal desarrollo de la jornada electoral, participando carilucia y a piñón en la fiesta de la democracia. "Escaquearse de la mesa es una ofensa, el derecho a votar fue una conquista de tus padres, y etcétera"- me susurra Pepito Grillo. "No acudir es un delito -añade el cartero al verme el careto que pongo al firmar que recibí la comunicación- penado con prisión y buenas multas". "Pero ¿usted qué se cree? -replico- ¡sé mi obligación! ¡Yo tengo conciencia política!".

Verán, yo es que ese día… no sé si voy a poder. Tengo un funeral. Me caso. Me subirá la alergia. Doy misa. Me pondré de parto. He quedado para batirme en duelo. Miren, yo es que, en realidad… soy antidemócrata, absolutista, nihilista, antisistema. Por supuesto, soy insumisa, analfabeta, mayor de 65 años, bombera de guardia, directora del Diario de Sevilla, padre separado con niño a su cargo y monja de clausura. Además, no es justo que por la ineptitud de nuestros políticos para entenderse y formar gobierno, me vaya a perder la paella. Pero nada, no hay manera: hay que estar.

Qué pena. Si tuviera para mí el 26-J…. iría al pueblo a visitar a mi abuela, hace mucho que no la veo. Montaría el mueble que compré hace lo menos diez meses. Quedaría, después de tanto tiempo, con mi amante en el parque para jurarnos que nada nos volverá a separar. Tendría la ocasión de poner al día todas mis lecturas pendientes. Haría tai-chi, una bufanda y el amor. Limpiaría el altillo. Me daría un baño en una playa desierta. Vería a esa amiga que me necesita y con la que nunca quedo. Subiría a la Giralda, a la noria de Sevilla y al Mulhacén, que nunca he subido y tengo ganas. Cuántas cosas haría el 26-J de no estar en una mesa, ¡yo, que no hago nada ni un domingo!

De pronto me acordé: el 26 no estaré en España, tengo un viaje de trabajo. La Junta Electoral ha valorado y admitido mi excusa. Asunto resuelto. Ya se me puede volver a llenar la boca acerca de lo importante, apasionante -y, esta vez para mí, imposible- que resulta cumplir los deberes ciudadanos.

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