El monstruo de Reginastein

Para el Ayuntamiento y los arquitectos "revitalizar" significa lo mismo que para el doctor Frankenstein

19 de julio 2017 - 02:33

Que la casa regionalista que ocupa todo un lado del ensanche de Regina vaya a rehabilitarse para uso residencial o turístico es una noticia más que, se supone, representa la revitalización de la Regina y la Encarnación de las setas. En boca de las autoridades municipales y los arquitectos -un dúo tan inseparable como Pimpinela, Camela o Los Chunguitos que suele producir resultados estéticamente similares- "revitalización" suele significar destrucción o grave alteración del patrimonio, exilio del vecindario y pérdida del comercio tradicional, sustituidos por nuevos vecinos, siempre con mayor poder adquisitivo, turistas, comederos y bebederos.

Gracias a la "revitalización" del ensanche de Regina, donde abrían el ultramarinos más antiguo de Sevilla, una joyería, una calentería, tiendas de ropa infantil, textiles, medias y sillas de anea y mesas camilla, una zapatería, una semillería, una cuchillería y una panadería hoy abren siete bares, un restaurante japonés, una pizzería, una tienda de zumos y otra de vinos, sobreviviendo solo la cuchillería. El edificio que ahora se rehabilita, el nº 1, se quedó sin vecinos hace muchos años. El ambiente del ensanche, urbanizado con losetones y unos bultos con apariencia de almorranas del anuncio de Hemoal, responde a esa idea de "revitalizar" que el Ayuntamiento y los arquitectos comparten con el doctor Frankenstein: dar a un muerto vida artificial.

La noticia de la rehabilitación de la casa de Regina nº 1 no es una más para mí. Ella, y aquel mundo cuyo corazón era el mercado derribado en 1972, son mi infancia y adolescencia. Lo que fue Triana para Laffón, Santa Clara para Montesinos o Los Palacios para Romero Murube. De él solo quedan mis recuerdos y el fantasma de la casa en la que nací. Mientras el entorno se degradaba hasta que lo remataron las setas -remedio peor que la enfermedad del solar y el mercado "provisional" ocasionada por el derribo del viejo mercado-, el edificio ha permanecido cerrado y vacío, quedando mi casa como mis abuelos la dejaron hace 50 años, con las persianas desteñidas enrolladas dejando ver tras los cristales sucios los visillos deshechos. Como si fuera la Satis House de Grandes esperanzas, la mansión de estancias cubiertas de polvo y telarañas en la que se consumía Miss Havisham vestida con el deshecho traje de novia que llevó desde que la dejaron plantada ante el altar. Pobre monstruo de Frankencarnación, desdichada Reginastein.

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