La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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La ventana
COMO si estuviera en un partido de tenis está el sevillano, mirando de un lado para otro y bien callado. "Silencio, por favor", ordena el árbitro de tenis cuando el público se asemeja al de fútbol y no al de tenis. Por cierto que el público preferido por cualquier artista que se precie, léase Rogelio o el irrepetible Curro Romero, era ése, el de tenis con sus silencios por imperativo legal. Bueno, pues como si fuese espectador de un partido de tenis está el sevillano de a pie, viendo como a un lado de la pista Emilio Carrillo, muy al fondo de la pista, aguanta las bolas envenenadas que le envía su alcalde del alma. Y todo por una cuestión tan doméstica como la de cambiar de acera en su propio partido. Hay que ver lo que le importará al ciudadano de Sevilla qué opción apoyará Carrillo dentro del PSOE. Con la que está cayendo y el sevillano viendo, absorto, un partido que sólo le interesa a los que lo juegan.
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